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28 de marzo de 2023

Los posibles sesgos de género en la educación de la primera infancia. Educación y prácticas no sexistas.


La educación no sexista hace referencia a la toma de conciencia, tanto en las políticas como en las prácticas educativas, de una formación en igualdad de género y de derechos para todas las personas, sin exclusión alguna, independientemente de su identidad de género, su orientación sexual, o cualquier otra condición cultural. Una educación no sexista es una educación que promueve la eliminación de las inequidades y que garantiza más derechos para construir una sociedad cada día más justa e igualitaria.

Muchas veces se producen y reproducen, en el ámbito educativo, expresiones, comportamientos y actitudes que, basadas en la discriminación por sexo, naturalizan relaciones de poder jerárquicas e inequitativas

Es necesario reafirmamos en el compromiso de construir políticas educativas para la transformación de prácticas culturales que reproducen actos discriminatorios, desigualdades, violencias y subordinación por motivos de género. 

Esto implica la revisión constante de nuestras prácticas en todos los contextos de vida y, especialmente, en los educativos para evitar promover o reproducir, muchas veces sin darnos cuenta, diferencias e inequidades que se perpetúan.

Permanentemente realizamos intervenciones que inciden sobre la educación sexual de las infancias, aunque no esté explicitado en nuestros propósitos pedagógicos, aunque no esté expresado en el proyecto educativo, incluso aunque no lo percibamos. Para evitar acciones discriminatorias e injustas, que como ruido ambiente o currículum oculto no alcanzamos muchas veces a identificar, es necesario tomar la decisión de asumir una actitud activa y atenta al respecto.

Educación y democracia

Un orden que instala una separación tajante en cuanto a las expectativas y las funciones, que pretende imponer un comportamiento moral acorde con cada genitalidad. Una cultura social repetitiva, estereotipada que caracteriza para las mujeres las funciones de reproducción y cuidado, y para los varones, la provisión productiva- económica, el poder político y científico. 

Hablar de género en educación es fortalecer la democracia. Es habilitar espacios y tiempos para trabajar por el reconocimiento de la igualdad, así como por evidenciar y reconocer las violencias por razones de género, explícitas y simbólicas, en los ámbitos cotidianos públicos y privados.

En muchos escenarios actuales reales observamos aún la naturalización de prácticas sexistas de forma transversal en todas las edades y en todos los tramos educativos. También en las prácticas educativas y de cuidado de la primera infancia, que en sí misma están atravesadas por una fuerte feminización de las tareas de cuidado, lo que genera una necesidad urgente de desnaturalizar ciertos modos de hacer y de decir. 

Por ejemplo, el uso de los espacios, la selección de juegos, juguetes y materiales, la preferencia de colores, el lenguaje y el modo de nombrarnos, ciertas actitudes arraigadas en las personas adultas a cargo, guiones invisibles de algunas prácticas a las cuales la tradición nos ha acostumbrado, van dejando marcas que reproducen visiones acerca de lo permitido y lo prohibido, de lo esperable, lo aceptable y lo que se desea, que pueden contribuir a la producción y reproducción de relaciones de poder y sexismo. Es importante reflexionar junto a toda la comunidad educativa sobre algunas actitudes y expresiones que puedan generar ciertos prejuicios de género y que pueden confundir y conducir a discriminaciones y sentimientos de desvalorización y pérdida de autoestima.

La intencionalidad en la forma de nombrarnos

¿Cómo nos nombramos? ¿Todas las niñas y los niños se sienten representados en el modo en que los nombramos? y ¿las personas adultas?

En muchas escuelas infantiles se comienza a utilizar el lenguaje inclusivo que, como reflejo de la sociedad de cada momento, se transforma en resonancia con el avance en la ampliación de derechos y tiene la intención de promover el pensamiento y la reflexión. Un modo de desafiar al masculino plural, por ejemplo: “nosotros” o “los niños”, como una forma pretendidamente “natural” de nombrarnos. 

La forma en que se escucha, se responde, se abre a una nueva pregunta, o se calla, da cuenta de la intencionalidad pedagógica frente a una Educación Sexual Integral (ESI) que promueva la Igualdad de oportunidades evitando estereotipos de género. 

Las escuelas infantiles son espacios cotidianos donde se desarrolla la vida misma y pueden tener un destacado potencial reproductor o transformador tanto en las infancias como en sus familias y comunidades. Poner en interrogación no sólo los contenidos, qué se enseña y qué se dice, sino también cómo se dice favorecerá a la generación de prácticas inclusivas y no sexistas.

Es indispensable, en esta etapa en la que las infancias construyen su subjetividad en tanto sujetos de derecho y ciudadanos del presente, fundar lazos de confianza con las familias, compartir la educación y la crianza en un diálogo colaborativo.

La crianza no es privativa de la familia, es una responsabilidad social. La Educación Sexual Integral puede colaborar en este proceso.

Algunos principios elementales a tener presentes en este análisis pueden contribuir a defender y garantizar una Educación No sexista:

  • El principio de autonomía, de libre disposición para el entramado que significa el ejercicio de la sexualidad como derecho humano básico desde el nacimiento. 
  • El principio de no sometimiento. No someter y no ser sometido. Principio elemental dentro de las perspectivas de género, como elemento de dignidad. 
  • El Principio de criticidad frente a textos o propuestas saturadas de una ideología retractiva. Hablar claro, con criticidad, de aspectos históricos para ver cómo han ido cambiando las composiciones y construcciones sociales y culturales. 

La educación no sexista puede aportar muchísimo acerca de la sexualidad, como experiencia central vivificante y digna de la condición humana, propiciando la creación de sujetos libres, dignos, bien informados sobre sí, que puedan modificar la mirada patriarcal de violencia sexual, otorgada a los sujetos masculinos contra los sujetos femeninos. 


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