La noción de desigualdad de género incluye las disparidades de género relacionadas con la distribución injusta de las oportunidades educativas tanto para hombres como para mujeres, sin respetar su diversidad de género, orientación sexual o su identidad autopercibida. En este sentido, la noción de desigualdad de género reconoce las múltiples formas de exclusión y discriminación a las que se enfrentan los miembros de las comunidades LGBTQI+. Es necesario eliminar varios obstáculos para acabar con las raíces de las desigualdades de género.
Las niñas y mujeres que nunca asistieron a la escuela o que la abandonaron en etapas tempranas, a menudo se encuentran entre las que se dedican al trabajo doméstico, al cuidado de otras infancias y familiares. A menudo viven en zonas alejadas de las escuelas. La violencia de género en el camino a la escuela y también en la escuela es otro obstáculo para la educación de las niñas y las jóvenes. En algunos contextos, la interacción de barreras sociales, jurídicas y culturales, como el matrimonio infantil y el embarazo precoz, desempeña un papel importante.
La exclusión de género es quizás la que muestra una mayor incidencia en el mundo. De hecho, ningún país ha alcanzado la igualdad de género, lo que demuestra que la exclusión y la violencia de género no están vinculadas mecánicamente a la pobreza.
Existe una escasez mundial de docentes, lo que se debe a los prejuicios de género y a factores culturales, y no sólo a la ausencia de condiciones de trabajo dignas. El personal docente tiene que ser más diverso, y se necesitan esfuerzos específicos para garantizar que las mujeres, las personas de comunidades minoritarias y las personas con discapacidad puedan formarse como docentes, encontrar trabajo y recibir apoyo en sus puestos.
Desde CLADE proponemos:
La desigualdad de género se entrecruza con muchos otros factores que pueden excluir a las personas de la educación a lo largo de su vida. Presionamos a la comunidad internacional y a los gobiernos para que cumplan sus compromisos de proporcionar una educación pública gratuita, inclusiva y de calidad, sin discriminación por motivos de género, orientación sexual, expresión de género, identidad o características u otros motivos, tales como raza, discapacidad, origen étnico, edad, idioma, ubicación, religión, creencias, condición migrante o de refugio.
Abogamos por:
El marco social de creencias y comportamientos patriarcales englobado en los conceptos y modelos de las antiguas sociedades industriales ha tenido un impacto dramático en la educación, validando y reproduciendo estereotipos, prejuicios y desigualdades generación tras generación, a veces incluso en contra de la voluntad de los responsables, subordinando una serie de identidades históricas y culturales a un único proyecto educativo susceptible, por tanto, de discriminación institucionalizada.
Además de la desigualdad de género, el patriarcalismo impide la movilidad social y estratifica las jerarquías sociales, teniendo un impacto negativo en la realización de los derechos humanos, el desarrollo, la paz y la seguridad, ya que controla los recursos económicos y asigna valores sociales y culturales que son esencialmente injustos.
El patriarcado no es una estructura de opresión autónoma, concentrada en las relaciones de subordinación de las mujeres a los hombres, sino un conjunto indiferenciado de opresiones, de sexo, raza, género, etnia y condición social.
Una de las vías idóneas para transformar la educación para la igualdad, es la ejecución de una educación sexual integral (ESI), especialmente importante para garantizar el ejercicio del derecho de las mujeres a vivir libres de violencia y discriminación de género. Para ser integral, la educación sexual debe prestar especial atención a la diversidad, ya que todas las personas tienen derecho a abordar su propia sexualidad sin ser discriminadas por su orientación sexual o identidad de género.
El marco social de asimetrías y disparidades que identificamos como patriarcalismo es anterior a los sistemas educativos y sigue influyendo decisivamente en los factores que producen la exclusión social en la educación. Desafortunadamente, todavía existen varias reservas contra la educación sexual, procedentes de grupos sociales y políticos alimentados por prejuicios históricos y perspectivas limitadas sobre la salud y los derechos sexuales y reproductivos. Este marco social es un obstáculo para las relaciones igualitarias entre hombres y mujeres y para el pleno desarrollo de la personalidad humana, en los términos establecidos por el derecho internacional de los derechos humanos.