El concepto de educación transformadora se refiere principalmente a la noción de educación emancipadora. Concebida como catalizador del cambio, la educación pretende cuestionar las estructuras económicas, sociales y culturales injustas y promueve el conocimiento como vía para ampliar las libertades individuales y colectivas, las oportunidades de disfrutar de sus derechos humanos y contribuir a una sociedad democrática y más justa.
Los conceptos “transformar la educación” y “educación transformadora” pueden ser complementarios, pero no significan necesariamente lo mismo. Mientras que el primero se refiere a las transformaciones necesarias de los mecanismos institucionales de la educación, el segundo está relacionado con el papel transformador de la educación. En otras palabras, una está vinculada a las características del sistema y la otra a la forma en que se cumplen los objetivos de la educación. Así pues, para alcanzar una educación transformadora, es necesario transformar la educación.
En este sentido, la educación transformadora se traduce en cómo se espera que una educación de alta calidad para todas y todos cree las condiciones necesarias para construir una sociedad más justa en la que la vida y los derechos de cada persona sean efectivamente respetados, protegidos y garantizados.
Los avances de un pensamiento conservador en América Latina y El Caribe, así como de las tendencias privatizadoras de la educación ponen en jaque el carácter emancipador y transformador de la educación, el sentido de lo público de la educación, y el aporte de la educación en ciudadanía en función de la democratización de las sociedades.
El sector educativo tiene la responsabilidad de utilizar el potencial transformador de la educación en la formación de estudiantes que ayuden al desarrollo de sociedades más sostenibles e inclusivas. Se necesitan profundas reformas educativas tanto para replantear los contenidos de la enseñanza como para preparar los sistemas educativos para adaptarse continuamente a las realidades cambiantes, descolonizando los planes de estudio y abordando los retos relacionados con los contenidos.
Desde la CLADE proponemos:
Lo que se aprende y se enseña en la escuela y centros educativos tiene igual importancia que la propia la forma en que las personas aprenden y se relacionan en el entorno. Una evaluación exhaustiva de la pertinencia de la educación debe incluir también los recursos financieros y materiales (libros de contenidos, acceso físico y económico a los grupos marginados), junto con la formación y las condiciones de trabajo de las y los docentes.
Las visiones coloniales siguen ofreciendo interpretaciones erróneas sobre la naturaleza de los problemas financieros, haciendo creer que la escasez de recursos es atribuible a la falta de capacidad de los pueblos para resolver sus problemas nacionales, por lo que la ayuda internacional se propone con frecuencia como panacea de los presupuestos nacionales, ocultando así las ambiciones empresariales y la dominación política que hay detrás.
La ayuda y la cooperación internacionales no están llamadas a definir los contenidos de las políticas públicas de los países en desarrollo. Las acciones orientadas a los donantes y a la ayuda podrían ser ejemplos de colonización, cuando sus programas no sólo imponen las condiciones de pago, también la forma en que deben invertirse los recursos. Más bien la ayuda y cooperación internacionales deben estar enmarcadas en un imperativo ético y en compromiso solidario de realización del cumplimiento del Derecho Humano a la Educación para todas las personas, independientemente de las fronteras de los Estados.
Las transformaciones necesarias en y a través de la educación deben recuperar su sentido integral, de modo que la enseñanza y el aprendizaje tengan como objetivo proteger la dignidad humana. Esto sólo es posible si se transforma la educación desde marcos neocoloniales, capitalistas, extractivistas y patriarcales hacia culturas de derechos humanos en las que las personas puedan aprender a convivir en un mundo pacífico, igualitario y democrático.