El derecho humano a la educación es fundamental para vivir una vida digna, ya que habilita el ejercicio de otros derechos que, por principio, son interdependientes e indivisibles y se ejercen sobre la base de la igualdad y la no discriminación desde el nacimiento, a lo largo de toda la vida. Esto abarca la primera infancia, preescolar, primaria, secundaria, técnica, universitaria y responde a las necesidades de cada población, grupo y persona, incluyendo procesos de alfabetización y educación formal, informal y no formal.
Desde esta premisa, la educación promueve la igualdad de derechos, atiende la diversidad, revierte las exclusiones y fomenta el pensamiento crítico como criterio de calidad. De esta manera, se genera conocimiento relevante para la persona, la comunidad y su entorno, facilitando su integración. El pensamiento crítico, a su vez, contribuye a la prevalencia de la vida y a la armonía presente y futura.
Como derecho humano universal, la educación obliga a los Estados a garantizarla, y tal garantía debe ser una prioridad para las instituciones y actores . Los Estados deben asegurar que la educación sea accesible, asequible, adaptable y aceptable (UNESCO).
Desde CLADE proponemos:
Por ello, desde la CLADE, retomamos las cuatro dimensiones propuestas por K. Tomasevski, añadiendo una quinta, la Transparencia. Las dimensiones están interrelacionadas y son esenciales para el cumplimiento del derecho humano a la educación:
Es crucial reconocer que el derecho a la educación, al igual que otros derechos humanos, es “móvil” y debe adaptarse progresivamente a las realidades cambiantes sin retroceder en los avances logrados, siempre basándose en el reconocimiento de la dignidad humana.
En el contexto de la región Latinoamericana y Caribeña, hablar de educación inevitablemente evoca la figura de Paulo Freire, un influyente pensador, educador y activista que introdujo un enfoque crítico a la educación mediante sus tres pedagogías clave: la pedagogía del oprimido, la pedagogía de la autonomía y la pedagogía de la esperanza. Estas pedagogías son profundamente liberadoras y cuestionan la denominada “educación bancaria”, que se basa en la mera transmisión pasiva de conocimientos. Freire buscaba desmantelar la opresión estructural que perpetúa las desigualdades sociales en la región. En su visión, la educación debía convertirse en un vehículo para la emancipación y el cambio social.
Freire sostenía que “La educación no transforma el mundo, sino a las personas que transformarán el mundo”, enfatizando así la importancia de una pedagogía crítica que fomente la conciencia y la acción transformadora. Para Freire, la educación no se limita a la instrucción académica, sino que debe empoderar a las personas para que se conviertan en agentes de cambio, capaces de reestructurar las condiciones de opresión que enfrentan en sus sociedades.