“Podemos educar para la emancipación, para la libertad y para la igualdad”
25 de octubre de 2016
Carmen Colazo, académica y militante feminista, habla sobre cómo la cuestión de género afecta a la calidad de la educación, y cómo el sistema educativo puede deconstruir los estereotipos de género*
Por Samuel Grillo, de la CLADE
Sabemos que las niñas y mujeres todavía encuentran muchas barreras en lo que dice respecto a la realización de su derecho humano a la educación, y estos obstáculos van mucho más allá del acceso a la escuela. En América Latina y el Caribe, la discriminación de género todavía se manifiesta de muchas maneras en lo que toca a la educación, en particular cuando encontramos contenidos, currículos y prácticas sexistas en las instituciones educativas.
Al respecto, entrevistamos a Carmen Colazo, académica y militante feminista con una importante trayectoria de lucha por los derechos de las mujeres en Argentina y Paraguay. Fue la primera Directora de Educación de la Secretaría de la Mujer de la Presidencia de la República de Paraguay, y en la actualidad se desempeña como directora de la Diplomatura en Desarrollo Humano con enfoque de Género y Derechos Humanos (DDHH) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). También es directora de la Red Mujeres, Géneros y Desarrollo con Equidad (RIF GED) del Colegio de las Américas (COLAM) de la Organización Universitaria Interamericana (OUI).
“Así como nos han educado para la discriminación, también podemos educar para la emancipación, para la libertad y para la igualdad”, afirma Colazo durante la charla. Lea, abajo, la entrevista completa:
¿Cómo se manifiesta la discriminación de género en las escuelas? Es decir, ¿cuáles son las principales barreras que las niñas y las mujeres enfrentan en materia educativa?
Nos hemos dado cuenta de que, en América Latina, la discriminación de género se manifiesta de alguna manera en las estadísticas de acceso, permanencia y resultados, en todos los niveles educativos, del preescolar al pos universitario.
Por una parte, las mujeres acceden cada vez más a la educación y también tienen una igual permanencia en el sistema educativo y presentan casi los mismos resultados de los hombres. Sin embargo, las discriminaciones de género en el sistema educativo se muestran más que en los números, en las formas cualitativas. Por ejemplo, en cómo están elaborados los textos y los materiales educativos, en cómo se muestran las imágenes de las mujeres en relación con los varones en los libros y materiales con los cuales trabajan las y los docentes en los centros educativos. En los libros, siempre hay una preponderancia de la figura masculina, hay más figuras masculinas que femeninas, y no se releva el aporte de las mujeres a la cultura. En general, las mujeres aparecen en puestos subalternos, mientras los hombres se muestran ejerciendo derechos sobre ellas. Ellas son vistas limpiando y cocinando, y los hombres, en cambio, se presentan en imágenes de “trabajo productivo”, con evidentes muestras de poder de decisión.
¿Más allá del contenido de los libros de texto, cómo la discriminación de género se manifiesta en las prácticas escolares?
Los estereotipos de géneros también se dan en la práctica docente y en la división de espacios para niñas y niños en los centros educativos. En las clases de Matemáticas, por ejemplo, los estudios e investigaciones demuestran que las niñas son menos consideradas, pues se cree que no tienen habilidad para los números y las disciplinas exactas. Asimismo, en las divisiones de espacio en los centros de educación preescolar, a las niñas se enseña a hacer tareas de cuidado, que tienen a ver con los roles tradicionalmente asignados a las mujeres. En cambio, los varones son estimulados a hacer trabajos de informática u organización de estructuras y deportes. Además, la formación del magisterio no tiene en cuenta la cuestión de género y las/los docentes no están preparadas/os para trabajar desde la igualdad y propiciar la igualdad dentro de las escuelas.
Asimismo, falta sensibilización a las autoridades en este tema, y por ello las mismas no entienden las barreras culturales que las niñas enfrentan en la educación por los estereotipos de género y por esa cultura de división sexual del trabajo y de los roles para las mujeres y para los varones. El sistema educativo continua la socialización que inicia la familia, la cual generalmente es discriminativa y se mantiene en todos los niveles.
¿Cómo le parece que se puede superar tan diversas formas de discriminación de género en la educación?
Se podría superar estas formas de discriminación con la inclusión de la perspectiva de género en todo sistema educativo, formal y no formal, en todos los niveles, con miras a deconstruir los espacios, currículos, imágenes y contenidos de los textos y materiales, tratando de generar una formación docente desde la mirada de género con contenidos que releven la importancia del aporte cultural de las mujeres en igualdad de condición.
Por otra parte, ¿usted cree que la escuela puede jugar un rol estratégico en la lucha contra el machismo y el sexismo?
Creo que el sistema educativo, desde los primeros niveles, es lo más importante para iniciar una desconstrucción de los roles y para luchar contra el machismo y el sexismo, pues, así como nos han educado para la discriminación, la desigualdad, la violencia y la subordinación, también podemos educar para la emancipación, la libertad y la igualdad. Estos elementos deben estar presentes desde el inicio de la educación formal.
El Ministerio de la Mujer de Paraguay, de que fuimos fundadoras, trabajó conjuntamente con todo el sistema educativo y creó un programa que se llama PRIOME, el Programa Nacional de Igualdad de Oportunidades y Resultados para las Mujeres en la Educación, que trabaja con todos los niveles educativos y el Ministerio de Educación y Cultura. Este programa tenía cuatro ejes: sensibilización de las autoridades, reforma curricular desde la mirada de género, reforma de los textos y los materiales y realización de licitaciones para la contratación de empresas que elaboran los textos escolares desde la perspectiva de género, así como la formación y actualización de las y los docentes desde la mirada de género.
Te puedo asegurar que trabajamos con todos los niveles educativos y nos hemos dado cuenta de que se producía cada vez más un cambio en la forma de mirar a los niños y a las niñas e incluirlos/as en una formación que ni los discriminara ni los desigualara, sino que los tratara como seres humanos iguales, que se podrían proyectar al máximo que quisieran, sin tener un estereotipo construido que los limitara. También trabajamos mucho con las maestras, con las directoras, con las universidades. Sinceramente, el machismo y sexismo están en todo el sistema, incluso en la epistemología universitaria, en la forma de entender las ciencias. En ese sentido, sería muy importante trabajar con todas las universidades para la desconstrucción de los currículos de las carreras universitarias y la actualización de las y los docentes que actúan en las universidades.
¿De qué manera un proyecto pedagógico no sexista puede contribuir con la construcción de una sociedad más justa e igualitaria?
Creo que la escuela y la sociedad tienen que estar conectadas. Todo lo que hemos hecho, como mujeres feministas que luchamos por la igualdad, nació desde una propuesta de los movimientos sociales, que se han incluido en las políticas públicas. En realidad, las propuestas de igualdad, no discriminación, modificación de los roles y estereotipos sexistas, empoderamiento de las mujeres, igualdad de géneros en la economía y educación no-sexista han nascido, en gran parte, de los movimientos feministas, que han traspasado la sociedad y adentrado el Estado, como demandas al sistema educativo, que también se organizaron en la educación no formal.
Un proyecto de educación no sexista tendría que incluir, en una programación estratégica, a todos los niveles educativos, y tanto el sistema formal, como el no formal, comunicándolos. Se deberían articular dentro del sistema formal todos los niveles y modalidades educativos, para poder llegar a una desconstrucción de los estereotipos de género, lo que puede llevar muchos años, pues es un trabajo sobre una cultura que está vigente hace años, y no será fácil deconstruirla.
Creo que esta programación estratégica debe contemplar distintas consideraciones de género, en primer lugar: cómo están (o no están) empoderadas las niñas, cómo se distribuyen los recursos desde la mirada de las mujeres en su relación con la economía y la sociedad, de qué manera se releva el aporte de las mujeres en el sistema educativo, cómo se reflejan las estadísticas de discriminación de género en el sistema educativo.
Todo esto debe tener en cuenta un proyecto de educación no sexista, que aborde cómo se construyen los roles femeninos y masculinos en la familia, con miras a deconstruir estas asignaciones culturales en el trabajo y en otros campos, promoviendo el empoderamiento de las mujeres y niñas. En América Latina, es también importante que este proyecto tenga en cuenta la interseccionalidad de la cuestión de género en relación con otras categorías, como la raza, la etnia, la lengua y la clase social, pues esto nos marca en la discriminación y la desigualdad existentes en la región, y nos lleva a la necesidad de poner atención en cómo está la situación de las niñas negras e indígenas en nuestros sistemas educativos, promoviendo una educación que realmente rompa las discriminaciones. Otra urgencia es romper con la patriarcalidad en el sistema educativo, que promueve la falta de acceso de las niñas y mujeres a un sistema de igualdad de oportunidades y resultados.
¿Usted ha visto experiencias exitosas en este sentido? ¿Podría compartirlas por favor?
Podemos citar el PRIOME, que se ha desarrollado por más de 15 años en Paraguay, desde el Ministerio de la Mujer y el Ministerio de la Educación, incidiendo en los currículos, la modificación de los roles, la actualización docente, los textos y los materiales educativos, e inclusive en la denuncia de la violencia de género dentro del sistema educativo. Otra experiencia exitosa ha sido el PRIOME de Argentina, coordinado por Gloria Bonder, que implementó los mismos frentes de acción del programa realizado en Paraguay.
Otra experiencia exitosa fue la creación del portal de América Latina Genera, donde están disponibles recursos e informaciones sobre programas, proyectos y propuestas de educación desde la perspectiva de género. Otras experiencias positivas son las del Colegio de las Américas y de la Organización Universitaria Interamericana, que crearon cursos sobre el sistema educativo y la cuestión de género, trabajando esta temática con docentes, mujeres indígenas y mujeres negras, con miras a transformar la educación en nuestra región. Fue un trabajo importante y lindo, centrado en las desigualdades entrecruzadas.
Hay otras experiencias interesantes en el sistema educativo de Córdoba, que impulsa la FLACSO, como por ejemplo el Concurso “Género”, por el cual se estimula la presentación de proyectos que abordan esta temática en el sistema educativo cordobés. Con este trabajo, pudimos esmuciar las discriminaciones presentes en el sistema educativo, los pequeños machismos que se dan y las formas de tratamiento a otras orientaciones sexuales e identidades de género en las escuelas. En ese programa, se observaron casos en que los/las docentes favorecían el encasillamiento de las niñas y niños en roles y estereotipos de género, por ejemplo con la prohibición de que los niños jugaran con muñecas, argumentando que si lo hicieran serían “menos varones” o tendrían otra orientación sexual, o identidad de género. Identificamos anécdotas como esa, y pudimos revertirlas y analizarlas, trabajando el estigma de las otras orientaciones sexuales e identidades de género dentro del sistema educativo, e indagando cómo el sistema deja de tratar a las y los estudiantes con respecto y dignidad debido a los muchos prejuicios contra esas formas diversas de sexualidad e identidad de género.
No hay proyecto exitoso que no se diseñe a partir de diagnósticos elaborados a través del diálogo con las personas, especialmente las que más sufren con la discriminación, recogiendo informaciones sobre sus trayectorias de vida y necesidades. Creo que todas las fortalezas que podamos unir y todas las experiencias que podamos trabajar son pocas aún para desestructurar un sistema milenario, construido para la desigualdad y la violencia de género.
*Entrevista publicada originalmente en la página “Debate Buena Educación” el 6 de septiembre de 2016
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