“Los hombres también tienen derecho a cuidar”: entrevista con Jesús Juárez sobre masculinidades y primera infancia en Guatemala y Honduras

Por: Carolina Osorio

Revisión: María Cianci Bastidas

Jesús Juárez analiza cómo involucrar a los hombres en el cuidado y la educación desde la primera infancia puede abrir caminos hacia comunidades más igualitarias.

En el marco del proyecto “Pedagogía inclusiva con enfoque de género para la educación infantil comunitaria en Guatemala y Honduras”, conversamos con Jesús Juárez, especialista mexicano en masculinidades, quien acompañó procesos formativos con docentes, familias y líderes comunitarios en ambos países. Su trabajo, centrado en promover masculinidades cuidadoras y corresponsables, ha abierto espacios de reflexión que desafían estereotipos arraigados y buscan fortalecer una educación más inclusiva desde la primera infancia. En esta entrevista, Jesús comparte las motivaciones, aprendizajes, resistencias y transformaciones que emergieron durante el proceso, ofreciendo un panorama cercano y humano sobre los avances, así como los desafíos de incorporar la perspectiva de masculinidades en contextos educativos comunitarios.

  1.  ¿Cómo surgió la idea de incorporar el enfoque de masculinidades dentro del proyecto de pedagogía inclusiva y por qué consideras que este componente era necesario en los procesos educativos con la primera infancia?

Jesús Juárez: Desde la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación (CLADE), la alianza con la Organización Mundial para la Educación Preescolar (OMEP) y las coaliciones por el derecho a la educación de Guatemala y Honduras, se está trabajando en un proyecto que busca orientar el escalamiento del impacto de un modelo pedagógico de educación comunitaria inclusiva en ambos países, aportando innovaciones con enfoque interseccional y de género que vayan hacia las políticas y programas de atención en la primera infancia.

De esta manera, la idea de incorporar el trabajo de masculinidades alternas es un complemento importante para apoyar este proyecto de pedagogía inclusiva y que se ha vuelto un componente necesario en la medida de que el lema del proyecto es “somos una comUNIDAD por las primeras infancias”.

Es así que el papel de participación de los hombres en estos procesos es relevante, es trascendente y genera un proceso de desaprendizaje de los estereotipos y roles de género con relación a la educación y el cuidado. Al mismo tiempo, busca una visión positiva del trabajo de los hombres en estos espacios.

  1. Durante las actividades en Guatemala y Honduras, ¿qué transformaciones o reflexiones destacarías en los participantes – docentes, familias, líderes comunitarios, etc.  – en torno a los roles de género y el cuidado compartido?

 

Jesús Juárez: Durante las actividades en Guatemala y Honduras se han observado reflexiones que alimentan esta discusión. Por ejemplo, las madres de familia de Guatemala hablan de la necesidad de tener espacios de escucha en las que la carga de labores en las actividades de cuidado cotidianas sea repartida de manera más equitativa, pero al mismo tiempo reconocen lo complicada que es la situación económica y los trabajos tan demandantes en los que participan sus parejas, y también la manera en que dificulta esta economía la participación en las escuelas.

No obstante, se reconoce la participación de los hombres y la participación directa de dos profesores en educación prebásica se vuelve relevante, porque es algo que no sucede mucho, lo que al mismo tiempo rompe con el estereotipo de que los hombres pueden o no participar en estas etapas, en estas edades tempranas.

En Honduras, por ejemplo, una de las reflexiones relevantes en los talleres, a partir de tertulias dialógicas y grupos interactivos, es que los pocos padres de familia que participan en las actividades de la Comisión Mixta del proyecto se comprometen porque ven la necesidad de que más hombres participen de manera directa en las labores tanto de la casa como de la escuela.

Con la idea de que somos una comUNIDAD por la primera infancia, el trabajo en equipo con una idea equitativa, con enfoque de género, con una participación más igualitaria y que se hable de la corresponsabilidad es sumamente relevante.

Existen clichés de lo que debe o no hacer un padre o una madre de familia.

  1. El informe menciona resistencias culturales y aprendizajes colectivos. ¿Cuáles fueron los principales desafíos al abordar el tema de masculinidades en contextos comunitarios rurales y cómo se lograron superar?

Jesús Juárez: Si bien hay resistencias culturales permeadas en cada una de las localidades – por ejemplo, esta idea de estereotipar bajo la consigna de la “ideología de género”, o de que todo lo que se trabaja con relación al género es negativo- lo mismo es que en las comunidades hay un rechazo a la diversidad sexual, a la diversidad de las distintas expresiones u orientaciones de género. Esto dificulta un poquito romper ciertas barreras comunitarias. También existen clichés de lo que debe o no hacer un padre o una madre de familia.

Algunos profesores de Honduras mencionaban lo difícil que es ⦍referida a la situación⦎, porque los padres de familia se ponen a trabajar todo el día y no tienen tiempo para asistir a la escuela. Y de la misma manera, otras personas en Guatemala piensan que es el principal obstáculo; no es tanto que no quieran, sino que más bien las condiciones laborales no les permiten.

Sin embargo, esto puede ser cuestionado, ya que padres de familia de la Comisión Mixta en la Nueva Esperanza, en Honduras, hablan de que se podrían dar a algunos padres de familia el espacio. Un padre de familia solicitó permiso con mucha antelación para poder participar porque le interesa mucho la educación de sus hijas y de sus hijos. Entonces, sigue siendo un desafío.

Yo creo que el principal desafío, como proceso pedagógico y cultural, es más bien la situación socioeconómica alrededor de este tipo de proyectos.

  1. ¿Qué aprendizajes consideras que deja este proceso para la construcción de una educación más inclusiva y equitativa desde la primera infancia?

Jesús Juárez: Hay aprendizajes que dejan este proceso de la construcción de una educación más inclusiva y equitativa desde la primera infancia. Por ejemplo, que se puede involucrar a las autoridades para fomentar las masculinidades alternas en espacios de toma de decisiones.

En la Secretaría de Educación Pública de Honduras, por ejemplo, se pudo diseñar un taller que pudiera ser replicado en distintos espacios educativos – sobre todo educación prebásica y algunos de básica- donde más de 600 docentes han reportado haber replicado un ejercicio de tertulia dialógica a partir de la construcción de un relato de un hombre que ha logrado desaprender sus roles de cuidado y de género, y al mismo tiempo tiene una visión más positiva y corresponsable de su masculinidad. Esto ha fomentado una metodología fácil de replicar, la reflexión, el diálogo y el compromiso en temas de género.

En Guatemala, a su vez, se ha logrado, además de estar haciendo esta reflexión de las masculinidades alternas con niñas y niños de primeras infancias a partir de juegos, de adaptación de canciones a su contexto, también con adolescentes de secundaria, a quienes también se les va sembrando la semilla de esta nueva posibilidad.

Es muy interesante su reflexión, quieren hacer la diferencia, no quieren repetir la historia de violencia, de descuido o de confrontación entre familia, para vivir de una manera más sana, más saludable y con este lema de trabajo comunitario en equipo se ha logrado incentivar este proceso de reflexión de las masculinidades.

Y en los hombres también, a su manera, siempre y cuando se prevea un discurso positivo de los hombres, es decir, no etiquetando, no estereotipando, no dando por hecho que nunca va a haber un cambio con relación al machismo y otras cosas que impiden la igualdad de género, sino la posibilidad de una masculinidad más sana, más corresponsable, más cuidadora y comprometida, sobre todo por el bien de las primeras infancias.

La construcción de una escuela de los cuidados, la construcción de una casa donde la paternidad se muestra integral, la valoración del nivel de trabajo que tienen los hombres o las mujeres durante el día haciendo tablas como especie de ponerle valor en un mercado local, la construcción de un árbol de proyecto de vida.

  1. En tu experiencia, ¿cómo puede el trabajo sobre masculinidades contribuir a transformar las prácticas de cuidado y enseñanza dentro de los espacios educativos comunitarios?

Jesús Juárez: Desde mi experiencia, el trabajo sobre las masculinidades sí contribuye a transformar las prácticas de cuidado y enseñanza dentro de los espacios educativos. Tanto así que la gente ha quedado muy interesada en seguir replicando y teniendo más espacios de capacitación, como los que hemos logrado tener a través de la participación de gente experta. Esto podría mejorar las relaciones escolares.

El trabajo no es simplista, es complejo, implica procesos a largo tiempo, pero sembrar estas semillas con posibilidades contundentes me parece fundamental.

En el caso de las primeras infancias, sobre todo a partir de los juegos, los cantos, la expresión gráfica. En adolescentes, lo que pudimos ver es la interacción a través de la construcción de posibilidades. En los grupos interactivos veíamos la construcción de una escuela de los cuidados, la construcción de una casa donde la paternidad se muestra integral, la valoración del nivel de trabajo que tienen los hombres o las mujeres durante el día haciendo tablas como especie de ponerle valor en un mercado local, la construcción de un árbol de proyecto de vida.

Y en personas más grandes – docentes, madres, padres y autoridades-  a partir de las tertulias dialógicas, el diálogo les motiva a traer su experiencia, a poner en juego su inteligencia cultural, pero también a abrirse a la posibilidad de que las relaciones cotidianas pueden ser diferentes por el bien de la primera infancia.

  1. Finalmente, ¿qué mensaje o invitación te gustaría dejar a docentes y comunidades que quieran incorporar esta perspectiva en sus propias prácticas educativas?

Jesús Juárez: La invitación que me gustaría hacer a docentes de las comunidades que han participado es que se dieran la oportunidad de visualizarse en una relación familiar y escolar más sana, más igualitaria, de compromiso, de corresponsabilidad, donde los hombres nos hacemos partícipes con un alto compromiso de los cuidados.

Creo que incorporar esta perspectiva en las prácticas educativas es superrelevante. Sin embargo, hay que fomentarla más, porque apenas se llega a hablar en términos de nuevas masculinidades – que puede o no ser criticado el concepto de “nuevas” – pero es muy incipiente, está en gestación y hace falta mayor acompañamiento y mayor insistencia. La gente no está acostumbrada y también existe un paradigma difícil de romper, el de que los hombres no pueden participar por distintos motivos, tanto por presión social como por condiciones socioeconómicas. 

Sí hay espacios donde puede haber muestras gráficas que hagan pensar. Veía yo en las aldeas de Saquijá (Guatemala), por ejemplo, que los hombres, los padres de familia, van a dejar a sus hijas y a sus hijos en el nivel prebásico. Las primeras infancias tienen ese acompañamiento de irlos a dejar, de irlos a traer.

Veía en Honduras que sí hay una participación con mucho interés de padres de familia, pero también participan tíos, abuelos, que están pendientes del crecimiento de las hijas y los hijos. Y que, al dialogar a través de las tertulias, con este aprendizaje dialógico, lograron el compromiso de invitar a más padres de familia e insistir en la importancia de que los hombres tienen que estar, de manera igualitaria, participando en el cuidado y la educación de la primera infancia.

En conclusión, la experiencia compartida por Jesús Juárez demuestra que trabajar las masculinidades en la primera infancia no solo es posible, sino urgente para avanzar hacia comunidades más justas, cuidadoras e igualitarias. Lo vivido en Guatemala y Honduras confirma que, aún frente a resistencias y limitaciones estructurales, las transformaciones comienzan cuando se abren espacios de diálogo igualitario, se reconocen las múltiples formas de ser hombre y se invita a participar desde la corresponsabilidad. Las semillas sembradas -en docentes, familias, autoridades y, sobre todo, en niñas y niños- apuntan hacia un futuro en el cual el cuidado no sea una carga, sino un valor comunitario. Para profundizar en estos hallazgos, reflexiones y metodologías, y comprender con mayor detalle las recomendaciones para seguir avanzando, se invita a leer el informe elaborado por Jesús Juárez.

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