“Las personas jóvenes tendrán que cuestionar el sistema que produce su marginación”
18 de noviembre de 2014
El profesor de la Universidad McMaster en Ontario, Henry Giroux, habla de los intereses corporativos en la educación y de la marginación de las/os jóvenes bajo el actual sistema político y económico
Por Camilla Croso y Fabiana Vezzali, de la CLADE
Henry Giroux es profesor de la Universidad McMaster en Ontario, Canada, y ha escrito varios libros sobre jóvenes, democracia y educación pública.
En esta entrevista realizada por Camilla Croso, coordinadora de la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación (CLADE), Giroux habla de los intereses corporativos en la privatización de la educación, del debate sobre la importancia de la escolaridad y de la marginación de las/os jóvenes bajo el actual sistema político y económico.
Camilla Croso – Actualmente, el mundo está presenciando la definición de las agendas tanto de desarrollo como de educación post-2015, dado que el 2015 es el plazo de los Objetivos de Desarrollo del Milenio así como de los Objetivos de Educación para Todos y Todas. En este contexto, la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación (CLADE), la Campaña Mundial de Educación y muchos otros actores y movimientos, han estado trabajando intensamente para asegurar que se considere una visión más amplia de la educación, evitando los enfoques reduccionistas, dirigidos al mercado y con fines de lucro. Mucho de lo que usted ha escrito, en particular en el artículo “Cuando las escuelas se transforman en espacios carentes de imaginación: un manifiesto de la Pedagogía Crítica ” se ve reflejado en lo que sucede actualmente en nuestro continente y fuera de él.
Nuestra pregunta inicial es: ¿Cómo interpreta el surgimiento del poder corporativo en los sistemas educativos?
Henry Giroux – Cada país tiene su propio contexto, pero creo que lo que se ha observado desde los 80 es el reconocimiento por parte de la derecha de que la naturaleza educativa de la política es realmente importante y esencial. Desean controlar aquellas instituciones donde se forman determinadas personas, tendencias, actitudes, y ciertas aspiraciones que sean compatibles con los valores de mercado y las relaciones sociales de mercado. Por lo cual, la escuela se convierte en una herramienta reproductiva que se alinea con la creencia de que el mercado tiene capacidad de gobernar toda la vida social.
Las escuelas son espacios públicos y por lo tanto no concuerdan con una lógica de mercado. Las personas que controlan actualmente el poder corporativo a nivel global, no tienen ningún interés en lo público, en los valores públicos o en los bienes públicos. De hecho, ellos creen que lo público, como ámbito democrático público que promueve el diálogo crítico y una ciudadanía comprometida, es el enemigo del mercado porque es el ámbito no mercantilizado que básicamente produce todo lo que es considerado un riesgo para los intereses corporativos. Es decir, forma personas que pueden imaginar o pensar de otra manera, y por lo tanto actuar de otra manera: puede formar personas que crean en el análisis, el intercambio crítico, el valor cívico, la responsabilidad social y que estén realmente dispuestas a hacer que el poder rinda cuentas. Los ámbitos públicos son lugares donde el pensamiento se torna peligroso y por ende deben ser anulados.
Además, la derecha está haciendo un gran esfuerzo, en todo el mundo, por privatizar estas esferas públicas y convertirlas en inversiones libre de riesgo con el fin de que unas pocas personas, ricas y políticos puedan acumular capital y ganancias y ganar gran cantidad de dinero a partir de las mismas. Pueden quitarle el poder a las universidades, tratar a los y las estudiantes como consumidores y pueden utilizarlos, básicamente, como una forma de acumular capital.
¿Cómo piensa que se puede contrarrestar el poder corporativo?
En primer lugar, es esencial visibilizar el poder corporativo y su impacto. Esto no sólo implica relaciones de poder materiales sino también ideologías que legitiman el poder corporativo. Por lo tanto es esencial reconocer que no existe correlación entre el poder corporativo y la democracia. Cuando el poder corporativo habla en nombre de la democracia, básicamente está mintiendo y las premisas ideológicas en las que se basa el poder corporativo deben ser cuestionadas. Hablemos de tres de estas premisas. En primer lugar, la idea de que la única obligación de la ciudadanía es el consumismo es moralmente vacía y políticamente reaccionaria. Es degradante afirmar que las personas sólo deben consumir para cumplir con su rol de ciudadanos y ciudadanas. Esta monstruosidad ideológica socava cualquier concepto viable de ciudadanía y constituye una burla a la democracia.
En segundo lugar, los apóstoles del neoliberalismo afirman que el único concepto de agencia que importa es cierto individualismo radical donde el egoísmo y los valores de la competencia desenfrenada son lo que motiva a las personas. El egoísmo llevado al extremo, socava toda expresión de solidaridad que es tan esencial en cualquier sociedad que desea sobrevivir. A su vez, la competencia llevada al extremo conduce a una forma de vida basada en la ley del más fuerte que genera una sociedad que celebra la violencia, la guerra, y la cultura de la crueldad. La sociedad que no le interesa tener cierta compasión por el prójimo, se encuentra en problemas. Es una sociedad que no sólo anula la imaginación radical, sino que promueve una cierta forma de muerte cívica y política. También es importante el híper-individualismo que alimenta el mito de que las personas son responsables de todos los problemas que enfrentan, lo cual minimiza o invisibiliza los problemas estructurales y sistémicos más amplios que se observan en las sociedades neoliberales y que se extienden desde la pobreza masiva, el desempleo y la desigualdad en la riqueza y los ingresos hasta la desfinanciación del estado de bienestar.
En tercer lugar, debemos reconocer que el poder corporativo beneficia al 1% (de la población del mundo). No beneficia a la gran mayoría de las personas. Al beneficiar al 1% no sólo produce una cultura de miseria neoliberal, sino que también elimina a los sindicatos, los servicios sociales y destruye al estado social. También fortalece a un “Estado castigador” que significa que en la medida en que las personas no tienen hogar, ni trabajo, ni las prestaciones sociales más básicas, se criminaliza más su comportamiento. Como resultado, un creciente número de personas son conducidas al sistema de justicia criminal y castigadas, son sospechosos porque no tienen riqueza. Por ejemplo, se aprueban leyes para evitar que las personas sin hogar duerman a la intemperie, los niños de la escuela son arrestados por la policía por violar normas sin importancia como el código de vestimenta.
En un evento realizado en Nueva York, promovido por la Global Business Coalition for Education (Coalición Empresarial Mundial por la Educación) en septiembre, en uno de los paneles, uno de los empresarios expresó que no había un dilema ético en la obtención de ganancias a través de la educación. ¿Usted cree que la obtención de ganancias en la educación es compatible con la realización de la educación como derecho humano?
Creo que lo que debe abordarse es cuáles han sido las consecuencias de transformar instituciones públicas en instituciones con fines de lucro. Por todas partes, lo que se observa es que causa mucha penuria a la mayoría de los estudiantes y da mucha riqueza a unos pocos. Este es el caso, en particular, de las universidades con fines de lucro en los Estados Unidos, donde miles de estudiantes se endeudan y el nivel de la educación que se provee es bajo. Las empresas con fines de lucro creen que en sus estructuras de gobernanza no hay lugar para la equidad, la justicia social y los valores no mercantilizados como la confianza, lo cual produce cierta tranquilidad ética en estas instituciones. Por lo tanto, mi respuesta es no: la obtención de ganancias o lucro no es compatible con las instituciones más básicas que necesitan las personas para poder sobrevivir y ejercer algún sentido de agencia.
Profundizando aún más este argumento, creo que el fin de lucro es incompatible con los servicios de salud, porque la salud no es un beneficio sino un derecho. Entonces, en cuanto se incorpora el concepto de lucro en la fórmula, los derechos se transforman en beneficios, es decir, lo que debería ser un derecho se transforma en un privilegio para algunas personas que tienen poder o dinero. Considero que esto es una injusticia. ¿Y deberían usarse las ganancias para dirigir la educación superior pública? Por supuesto que no. La educación superior debe ser libre en todo el mundo. Una sociedad no puede sostenerse a sí misma en forma democrática a menos que se realicen inversiones sociales para la sociedad en su conjunto, y estas instituciones benefician a todas las personas, no sólo a un grupo privilegiado. Bajo el régimen neoliberal, en todo lugar donde se observa el fin de lucro también se observa un alto nivel de desigualdad; se observa una redistribución de la riqueza de bienes públicos a bienes privados, del pueblo a unas pocas personas. Por lo cual, debo decir que es totalmente incompatible.
Ahora hablemos del tema de la educación secundaria y las/os jóvenes. En el proceso regional que CLADE ha estado desarrollando, uno de los temas principales que surge entre los jóvenes, es el del menosprecio del sistema educativo hacia las culturas y las identidades de los jóvenes. Los sistemas tienden a querer homogeneizar a los y las estudiantes, rechazan sus identidades, pluralidad y diversidad. ¿Cuál es su opinión al respecto? ¿Qué se podría hacer para que los sistemas educativos reconozcan y dialoguen con esas diversas culturas juveniles?
Cuando se confunde a la educación con la capacitación, y se cae en simples formas de instrumentalismo, producido y orquestado en gran medida por la derecha y los intereses corporativos, se termina obteniendo una pedagogía de la represión que promueve la estandarización, un nivel de pruebas indecente, y la desprofesionalización de los maestros y las maestras. Creo que aquí el currículo oculto que subyace opera por lo menos de tres formas diferentes e importantes: En primer lugar, promueve la pedagogía de la opresión que procura eliminar cualquier vestigio de pensamiento radical, la capacidad de pensar en forma crítica y analítica. La pedagogía, como práctica emancipadora, debe inspirar y energizar. Las pedagogías neoliberales no lo hacen.
En segundo lugar, creo que la diversidad representa una amenaza para muchas personas de la derecha, especialmente en los sistemas de América del Norte y América del Sur. Desde los 60, a la derecha le han aterrorizado las posibilidades de democratización de la educación, por ejemplo, la posibilidad de que repentinamente una gran cantidad de miembros de la clase media, con sus diversas identidades, comiencen a recibir educación. Consideran que la expansión de la educación a diversos sectores de la clase media y de la clase trabajadora constituye una amenaza a la clase privilegiada conformada por personas de raza blanca y colonialistas. Las formas de educación promovidas por el mercado procuran eliminar y negarle las oportunidades educativas a la gran mayoría de la población, especialmente a aquellos grupos que consideran desechables y que no han sido empoderados en el pasado a través del acceso a la educación en general. Esto apunta a un problema de clases y racial.
En tercer lugar, la idea de permitir el surgimiento de múltiples identidades en las escuelas y que esto se celebre, implica no sólo un diálogo sobre el concepto de identidad y agencia sino un diálogo sobre la historia. Las formas neoliberales de educación temen el surgimiento de cualquier tipo de historia de la oposición que emerja a través de las voces de las personas excluidas. Lo que los aterra es el fantasma de la memoria crítica histórica y pública que apunta a la necesidad de diálogo sobre las narrativas ausentes de las voces que solían ser excluidas en el pasado y que de alguna manera hacen resucitar memorias profundas sobre lo que significó la historia para dichas personas, lo que significó la opresión, vivir en un país colonial, tomar en serio a una sociedad que simplemente no ha sido suficientemente democratizada. Creo que todos estos temas en torno a la diversidad son bastante políticos.
El otro punto es qué se puede hacer. En primer lugar, debemos abrir las escuelas a la gran mayoría de personas que han sido básicamente excluidas. En los Estados Unidos, encontramos estudiantes que trabajan para pagar sus deudas, de tal manera que la gran mayoría de los y las estudiantes de la clase trabajadora ya no tendrán acceso a la educación superior. Si realmente queremos hablar de diversidad en la educación e igualdad de oportunidades, entonces debemos mencionar las desigualdades económicas y las desigualdades en la riqueza, los ingresos y el poder que dificultan el acceso de las minorías de clase, color y raza, a la educación superior. Entonces no se puede hablar de diversidad y acceso sin hablar de economía política y desigualdad. La pobreza destruye los sueños y la esperanza de un futuro mejor de la mayoría de los y las estudiantes de la clase trabajadora. A menos que se aborde y rectifique la desigualdad para que sea compatible con una democracia, la escolaridad tendrá una función contenedora para la mayoría de las personas jóvenes y será una credencial importante para muy pocas personas.
Asimismo, los currículos deben ser relevantes para que sean críticos y transformadores, es decir que los y las estudiantes deben tener puntos de identificación, deben estar en lugares que de alguna manera se vinculen a sus culturas, a su historia, vecindarios, a quienes son y de dónde provienen. No significa que debemos detenernos allí, pero ciertamente significa que de alguna manera hay que conectarse con los y las estudiantes para que ellos/as logren conectar lo que están aprendiendo del mundo a su alrededor con sus propias vidas.
El otro punto que surgió en estos procesos que hemos desarrollado con los estudiantes es el “adultocentrismo” que significa un mundo donde las personas adultas se encuentran jerárquicamente en un nivel superior y son los únicos actores legítimos mientras que las personas jóvenes, los niños y las niñas y las personas mayores son jerárquicamente inferiores. Dicen que no pueden participar en los debates y en los procesos de toma de decisión. No son considerados ni reconocidos como interlocutores legítimos. ¿Cuál es su opinión sobre este tema del “adultocentrismo”? ¿Cómo cree que se pueden establecer relaciones intergeneracionales más horizontales?
Creo que en la definición más básica (de esta expresión), usted tiene razón. Significa que las personas adultas mantienen el poder de una forma muy excluyente, negándose frecuentemente a incluir las voces de las personas jóvenes. Pero, a otro nivel, nos debemos preguntar: ¿Cuál es el marco económico, político y social que realmente otorga ese poder a las personas adultas para negarle a una generación entera un futuro con dignidad y esperanza? Creo que esta pregunta es fundamental. En este caso, desde los 70, hemos visto en América Latina – en Chile, en particular – un modelo, impulsado por el mercado, de “capitalismo de casino” que básicamente afirma que los jóvenes han dejado de ser una inversión social. Las únicas inversiones que importan en estas sociedades son de naturaleza económica. Las necesidades de capital en lugar de las necesidades de las personas, se convierten en el motor de la historia. Esto es vergonzoso, políticamente corrupto y propicia el marco de sociedades totalitarias.
Esto también profundiza todas aquellas relaciones de poder que indican de muchas maneras que los jóvenes serán expulsados de la democracia. No nos importan, no queremos escucharlos y haremos todo lo posible por quitarles el poder. No les daremos puestos de trabajo, no haremos inversiones sociales para ellos, no les proporcionaremos oportunidades de trabajo ni promoveremos fondos para la educación.
Creo que los jóvenes van a cambiar esto, y tienen toda la razón sobre cuán marginados han sido. Tendrán que desafiar el sistema que los margina. El tema no es simplemente ir tras los adultos, sino ir tras el sistema que fortalece el poder de las personas adultas de una forma sumamente cruel y provocando a los jóvenes todo tipo de penurias.
Ahora queremos centrarnos un poco más en los procesos de definición de la agenda post-2015. Uno de los objetivos de educación dentro de la actual versión de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) demanda la asequibilidad de la educación superior. En América Latina, las universidades públicas que son gratis – como por ejemplo la Universidad de San Pablo, en Brasil – están siendo presionadas para que comiencen a cobrar. ¿Podría ampliar un poco más y contarnos qué opina sobre el hecho de que la educación superior pública deje de ser gratuita?
Lo que tenemos que preguntarnos es: “¿Cómo desea una sociedad reinvertir los fondos que tiene para poder sostener un futuro que sea mucho mejor que el actual?” En realidad, lo que sucede al pasar de una educación gratuita a una educación asequible es que los y las estudiantes van a pagar por un sistema donde no se les cobra realmente impuestos a los ricos y a las corporaciones. En realidad, todo se reduce a cómo se realinea la riqueza. No se trata simplemente de que los y las estudiantes paguen o no. Lo esencial es si vamos a justificar el uso de fondos que podrían invertirse en los jóvenes y, en su lugar, invertirlo en el 1% o invertirlo en el complejo industrial militar.
¿Por qué la sociedad trata de castigar a los jóvenes reclamando el pago de una educación que debería ser gratis en cualquier sociedad democrática? Este es el verdadero problema. Entonces la siguiente pregunta es: “Pero, un momento, ¿quién se beneficia del dinero que se les cobra a los estudiantes?” Porque el hecho de que la educación sea gratuita evidentemente no significa que sea un fracaso. Se podría decir: “Mira, ¿qué porcentaje del Producto Bruto Interno se asigna al complejo industrial militar? ¿Es realmente necesario gastar el 25% en maquinas utilizadas para matar o deberíamos gastar 10% o 5%? ¿La guerra es más importante que educar a una generación de jóvenes?” No lo creo. Aquí el verdadero problema es que la forma en que se distribuye el dinero indica profundas injusticias ideológicas y estructurales que se generan en el entretejido de una sociedad desigual. Cada vez que escucho que los estudiantes deben pagar más, lo que realmente está implícito es la redistribución de la riqueza, quitándosela a los estudiantes para dársela a unas pocas personas ricas. No nos referimos a la necesidad de proveer una buena educación sólo a través de la asignación de más fondos para los estudiantes. Nos referimos a quitarles el dinero a los estudiantes para poder financiar los intereses de las corporaciones que no le dan ninguna importancia a la posibilidad de brindar una educación de calidad a todas las personas jóvenes del país.
Lo que resulta realmente preocupante del tema de la “asequibilidad” es que esta postura política es defendida actualmente por algunos actores internacionales que ofrecen lo que ellos llaman “escuelas privadas de bajo costo” para algunos segmentos de la sociedad. ¿Entonces qué tipo de calidad van a ofrecer a través de estas “escuelas de bajo costo”? y ¿cuáles son las implicancias éticas de profundizar la segregación, con una sociedad dual que nacionaliza la provisión de una educación costosa y de gran calidad para las elites y escuelas de baja calidad para los sectores pobres de la población?
Tienes toda la razón y creo que lo que estamos presenciando en realidad es la privatización de la educación en todos los niveles. No se trata sólo de cobrar más dinero a las personas. Creo que estamos presenciando una gran transición hacia un sistema dual donde toda la educación que es gratis es de muy baja calidad porque carece de recursos, de maestros y maestras capacitados/as y suele ser opresiva en su pedagogía y formas de gobernanza. Este sistema se opone al otro sistema mantenido para los ricos y las élites. Pero lo que también debemos destacar aquí son dos aspectos: Uno es que la investigación desarrollada sobre la relación entre las escuelas públicas y las privadas indica que las escuelas públicas son mejores en general que las escuelas particulares subvencionadas (escuelas “charter”) que eventualmente se transforman en escuelas privadas (de propiedad y administración privada). Lo sabemos. Cuando todos los recursos asignados son igualados, no es para mejor, en realidad es para peor en algunos casos.
En cuanto a la privatización de las escuelas, la realidad es que desempodera a los maestros y las maestras, sindicatos y termina desvalorizando a los y las estudiantes. La transición hacia la educación privada procura suspender todos esos derechos, todas esos logros alcanzados gracias a la lucha sostenida durante años a través de la cual los maestros y las maestras han adquirido ciertos derechos y han podido negociar para mejorar la calidad de la educación, la autonomía de las y los docentes, clases con menos estudiantes, planes de estudio relevantes, el uso de una pedagogía crítica, y también la demanda de cierto grado de poder al negociar las condiciones de su propio trabajo.
La crítica sobre la educación pública es en realidad una crítica al Estado social . Es una crítica a los derechos a servicios públicos y sindicatos de orden público, que se han establecido alrededor de la educación pública durante la última década. Nos referimos a la consolidación de un sistema de clases, de un poder de clases. Estas personas no son reformistas, son contra revolucionarios. Debemos cambiar el lenguaje. Esto no se trata de una reforma. Es como regresar al siglo XIX cuando las mujeres y los afro descendientes no tenían derechos, cuando las escuelas eran prácticamente para las élites, cuando los empresarios privados tenían poder sobre toda una ciudad, escuelas e instituciones, sin verse perturbados por aspectos como la ética, la justicia o las consideraciones sociales.
Me gustaría destacar otro tema que nos preocupa en este proceso de la definición de la agenda post-2015: la obsesión de algunos actores sociales por resultados de aprendizaje medibles y las pruebas como un indicador sustituto de la educación de calidad. ¿Cuál es su opinión sobre los impactos a largo plazo que tiene este enfoque con respecto a la educación? ¿De qué manera constituye un impedimento para que la pedagogía crítica tenga un verdadero lugar en la educación?
Esta transición hacia una educación que se afirma y apenas en base a cierto tipo de métricas medibles, atenta contra la imaginación radical en sí misma. Es parte de lo que yo llamaría una pedagogía de la opresión que intenta quitarle a la educación, todas aquellas cosas que hacen que la educación valga la pena: la capacidad de pensar en forma crítica, de ser creativo, compasivo, analítico, y poder imaginar otros mundos – todas esas cosas que no pueden medirse simplemente, de una manera reduccionista. El propósito de este movimiento que procura hacer que la educación sea simplemente compatible con cualquier cosa que sea medible debe ser comprendido en términos de un sistema más amplio que considera que la educación es un emprendimiento crítico, un motivo de indagación crítica, y algo peligroso.
En términos políticos, en este caso, tenemos un modelo de educación que se reproduce en favor de las consideraciones económicas más reducidas, orientadas a la creación de agentes definidos en forma reducida. Este movimiento critica, de manera inimaginable, el propio concepto de lo que la escolaridad debería representar, como espacio para la enseñanza crítica y la ciudadanía comprometida. Si consideramos que la escolaridad es la habilidad de desarrollar las capacidades de los jóvenes para que sean introspectivos y al mismo tiempo para que de alguna manera consideren la relación entre ellos mismos y el mundo, así como tengan la capacidad de aprender a gobernar y no ser simplemente gobernados, podemos decir que este movimiento critica todos estos atributos. En todo el mundo, la arremetida neoliberal ha creado un movimiento político cuya principal preocupación es imponer a los estudiantes una cultura de la conformidad, implementando una pedagogía de la opresión. Creo que debemos decir las cosas por su nombre. No es sólo un método o una reforma educativa. Es una forma de pedagogía donde la educación deja de ser una práctica moral, política e intelectual.
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