En el contexto de la IX Asamblea Regional de la CLADE, que hizo hincapié en los desafíos para la realización de una educación emancipadora y garante de derechos, entrevistamos a Nilma Lino Gomes, pedagoga brasileña, decana de la Universidad de Integración del Habla Portuguesa Afrobrasileña (UNILAB) y ex ministra del Ministerio de la Mujer, la Igualdad Racial y los Derechos Humanos durante el gobierno de Dilma Rousseff.
Por Fabíola Munhoz, de la CLADE
Con la colaboración de Samuel Grillo, de la CLADE
Traducción al español: María Mercedes Salgado
En esta charla, Nilma Lino Gomes discute la importancia de que la discusión sobre el género y las diferentes formas de discriminación esté presente en las escuelas y comenta sobre las actuales amenazas a los derechos humanos en Brasil después del golpe. Para Nilma, la escuela es también donde las y los estudiantes aprenden a relacionarse y a respetar la diferencia y pueden hacer conexiones entre el conocimiento escolar y la vida social, incluso formando subjetividades más críticas, que se pongan en contra de cualquier forma de discriminación. “Aislar a la escuela, como si pudiera ser aislada, es un error desafortunado, y una visión muy conservadora de la sociedad y de la educación misma”.
Brasil ha vivido profundos cambios y retrocesos recientes del punto de vista de los derechos humanos. ¿Qué serían y en qué contexto se pueden entender las expresiones “ideología de género” y “escuela sin partido” que se utilizan actualmente en el debate educativo del país?
Vivimos en Brasil un momento muy difícil, de una gran ola conservadora, y también pasamos por un golpe que destituyó del gobierno a nuestra presidenta, Dilma Rousseff. Ese golpe, que en mi opinión ha sido planeado por largo tiempo, y que es una amalgama de fuerzas conservadoras, fundamentalistas, empresariales y medios de comunicación, va a contrapelo de lo que hemos logrado en los últimos 13 años en materia de política social y también en términos de visibilidad de los colectivos discriminados.
En este proyecto de un Brasil conservador, luego vino lo que le han llamado “ideología de género”, una discusión que se da en el interior del Congreso Nacional, donde varios parlamentarios hacen esa crítica a los temas de género y de la diversidad sexual que el Partido de los Trabajadores (PT) llevó a cabo. Y este pensamiento conservador también está presente en las cámaras municipales y las asambleas legislativas, en distintos sectores de la política y también en otros sectores de la educación.
Una de las justificaciones dadas a la llamada ideología de género es que las escuelas terminan se constituyendo en centros de formación de sujetos críticos. Esto es extremadamente contradictorio para aquellos que creen en una educación democrática, pues tanto la Constitución Federal y la Ley de Directrices y Bases de la Educación Nacional (LDB) nos dicen que la educación es un derecho social, que debe formar al ciudadano.
La escuela, especialmente la escuelas pública, no sólo debe socializar el conocimiento, sino también garantizar los derechos y formar al ciudadano, lo que significa hacerlo capaz de leer, interpretar y criticar el mundo.
Detrás de esta idea de ideología de género hay una gran persecución a los temas de la diversidad sexual. Cuando se habla de esto, lo que se discute son los derechos de la comunidad LGBTI, que aunque no estén garantizados en su totalidad, tienen un espacio en las políticas públicas donde son considerados. Esto perturba en gran medida a estos grupos conservadores, que a menudo tienen origen en el neopentecostalismo o el catolicismo, pero dentro de una línea fundamentalista muy diferente de los demás en estos segmentos. A menudo, la ideología de género oculta un gran prejuicio y una gran LGBTfobia.
La idea de contrarrestar lo que ellos llaman “ideología de género” está presente en un proyecto de ley conocido como la Escuela sin Partido, que sigue esa misma dirección de pensamiento, considerando a la escuela como un lugar sin criticidad, pensando que cuando se discute política se pone en práctica una ideología em vez de un diálogo acerca de las diferentes realidades que los estudiantes tienen que comprender e interpretar.
Todo lo que ya hemos logrado en el sentido de una perspectiva de género, como saber que tenemos una sociedad de desigualdades no sólo socioeconómicas, sino también de raza, género y orientación sexual, es visto por los conservadores como algo que no coincide con la función de la escuela. Me parece lamentable, totalmente desconectado del siglo XXI, y creo que los que acusan a las escuelas y al gobierno del PT de ideología de género es quien en realidad predica una ideología, una ideología muy conservadora, que quiere hacer creer que el mundo es un lugar poco crítico y reduce la discusión sobre crítica, política y otros temas a la institución escolar.
Sin embargo, los estudiantes no aprenden a hacer una interpretación del mundo sólo en la escuela, eso sucede en el mismo mundo. A menudo lo que la escuela hace es discutir los grandes prejuicios que los jóvenes aprenden en sus círculos sociales, en los medios de comunicación, en los lugares que frecuentan, precisamente para que el estudiante entienda que temas como el racismo y la LGBTfobia repercuten en los derechos, y que nadie tiene el derecho a discriminar a otra persona. La escuela tiene que tratar al estudiante como un sujeto social, histórico y de derechos humanos.
En su opinión, ¿una educación emancipadora y garante de derechos es una educación que lleva estos temas a la escuela?
Absolutamente. Creo que una educación emancipadora es aquella que entiende que la escuela no se limita a la enseñanza de las letras y las matemáticas, sino que es mucho más que eso. Todas las disciplinas que integran el plan de estudios tienen que conocer la realidad de los estudiantes, el mundo que les rodea y las dimensiones de la vida nacional e internacional.
Una escuela emancipadora es una escuela donde los estudiantes se emancipan, o sea, de la cual salen mucho mejor de lo que entraron en términos de conocimiento de la vida y del mundo. También es donde aprenden a relacionarse y a respetar la diferencia y pueden hacer conexiones entre el conocimiento escolar y la vida social, incluso formando subjetividades más críticas, que se pongan en contra de cualquier forma de discriminación.
Aislar a la escuela, como si pudiera ser aislada, es un error desafortunado, y una visión muy conservadora de la sociedad y de la educación misma.
¿Cómo se puede luchar contra la discriminación en las escuelas?
Los temas de racismo, feminismo, machismo, LGBTfobia y muchos otros que ahora algunas escuelas están discutiendo son cuestiones planteadas por una dinámica propia de la sociedad, por los movimientos sociales que luchan por la realización de los derechos.
Estos movimientos presionaron al Estado, a la sociedad y a la propia escuela para que estas cuestiones, que se refieren a lo que vivimos en nuestro día a día, pudieran ser discutidas pedagógicamente dentro de la escuela. Hoy tenemos directrices del Consejo Nacional de Educación, documentos y planes de educación para los derechos humanos, y estas discusiones empiezan a hacer parte de los cursos de formación de los profesores.
En el caso del racismo, tenemos la alteración de la Ley de Directrices y Bases de la Educación Nacional por la Ley 10.639/03, que hace obligatoria la enseñanza de la historia africana y de las culturas afro-brasileñas, y tenemos y hemos tenido varios programas del Ministério de Educación orientados hacia los temas de género y la diversidad sexual. Está creciendo cada vez más la cuestión de cómo debemos pensar un plan de estudios orientado hacia los derechos humanos.
Hubo un momento en que estas cuestiones tramitaban legalmente, no sólo en Brasil sino en otros países también, y estos avances legales empujan a la sociedad hacia adelante, porque son fruto de una lucha política de los movimientos sociales, de una comprensión del Estado de que los sujetos de derechos son diversos y se les trata de manera desigual en el contexto de las relaciones de poder. Esto va al mundo jurídico y, por desgracia, es en el poder Legislativo que tenemos hoy en día, si no retrocesos, puntos de vista muy conservadores sobre estos temas.
La sociedad brasileña hoy ya discute estos temas, pero todavía le falta actuar de forma no discriminatoria. Aún nos falta en la relación pedagógica, en la relación profesor-alumno, en la relación entre las personas, que pongamos en práctica lo que ya ocurre tanto en el texto legal, al igual que en las discusiones teóricas y políticas. Este paso hacia una práctica no discriminatoria no se ha dado aún en Brasil.
Me temo que en el contexto del golpe parlamentario podamos experimentar más retrocesos que avances en estas pautas que son delicadas y complejas, sin embargo ya vimos algunos avances en nuestra sociedad.
¿Podría comentarnos sobre las ocupaciones de alrededor de 1000 escuelas y universidades en Brasil contra los retrocesos al derecho a la educación impulsados por el gobierno Michel Temer?
El movimiento de las ocupaciones comenzó con los estudiantes de secundaria, una forma muy interesante de organización de los jóvenes, y nos dio una lección de ciudadanía a los adultos y al propio gobierno. Esta es una lucha contra el propósito de perfeccionar el desmantelamiento de la educación pública a través de medidas muy conservadoras, como la PEC [Propuesta de Enmienda Constitucional] 55, que planea congelar durante 20 años la inversión en políticas sociales como la educación y la salud.
Los estudiantes se dieron cuenta que tenían que hacer algo al respecto, que son ciudadanos. Si los jóvenes pueden votar a los 16 años, ¿por qué no pueden opinar sobre la educación que quieren?
Creo que eso es lo que las ocupaciones han demostrado. Además, los estudiantes no han hecho ningún tipo de depredación en las escuelas, al contrario, han cuidado los centros educativos ocupados, y han aprendido a organizarse políticamente. La lucha de los estudiantes de secundaria influyó en los estudiantes universitarios, que ahora también están haciendo ocupaciones con la misma bandera y en contra de este tipo de ideología conservadora.
La situación se intensificó por la negativa de las autoridades a sentarse con los estudiantes para escucharlos y responder a las preguntas que hacen. No sirve de nada que se lance una medida de ajuste fiscal sobre la sociedad sin hablar con la gente, sobre todo si se está solicitando el diálogo.
Lo que están haciendo es defender la escuela pública, que es algo que el mismo Brasil les enseñó desde la lucha contra la dictadura y por la Constitución de 1988. Es decir, que también son ciudadanos que pueden luchar por sus derechos, y eso es exactamente lo que están haciendo ellos.