Desde los años 80 del siglo pasado la educación de adultos (EA) en América Latina ha experimentado un déficit histórico y un rezago importante en relación con otras políticas educativas.
El modelo “histórico” de EA, desarrollado desde los años 1960, se basó en las políticas de integración, modernización económica y movilización social, promoviéndose como una dimensión clave de la participación comunitaria y política de la época.