Isaac Ruiz Sánchez
Centro de Estudios Sociales y Publicaciones (CESIP) – Perú. Marcha Global contra el Trabajo Infantil - Sudamérica.
Es ampliamente sabido que el trabajo infantil es una grave vulneración de los derechos de la niñez y la adolescencia asociada a la pobreza, que afecta la salud, seguridad, desarrollo físico, mental y emocional de niños y niñas, les expone a actividades peligrosas, reduce su asistencia a la escuela y el aprovechamiento de los aprendizajes, limita el desarrollo de sus capacidades y pone en riesgo la finalización de la escolarización básica (1).
Pero sus consecuencias no perjudican únicamente la situación presente de niños, niñas y adolescentes, sino que perduran a lo largo de la vida, generando un círculo vicioso de reproducción de la pobreza, desigualdad y exclusión. De esta forma, la pobreza, no solo es causa del trabajo infantil, si no que ésta se convierte en generador de pobreza en el futuro.
La situación del trabajo infantil en la región
En las últimas dos décadas, los países de América Latina y el Caribe han dado pasos hacia el logro de una región libre de trabajo infantil, estos avances se han estancado desde 2016, y han tenido retrocesos desde 2020, como consecuencia del impacto económico y social de la pandemia del Covid-19, durante la cual se incrementó el trabajo infantil entre 1% y 3% en la región, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y Comisión Económica para América Latina (CEPAL).
Las estimaciones mundiales de la OIT (2) más recientes, indicaban que en nuestra región el trabajo infantil afectaba a 6% de personas de 5 a 17 años, es decir, a 8.2 millones de niños, niñas y adolescentes. Los países andinos son los que presentan mayores tasas de trabajo infantil, seguidos por los de Centroamérica, mientras que los países del Cono Sur muestran los menores índices.
Niños, niñas y adolescentes trabajan porque no pueden acceder a una escuela que les reciba en forma gratuita y les ofrezca una educación de calidad y provechosa.
La relación entre educación y trabajo infantil
El trabajo infantil es un fenómeno amplio, complejo y multicausal. Tiene a la base factores tan diversos como la pobreza, la falta de trabajo decente para las personas adultas, las prácticas culturales tradicionales, las desigualdades de género, las emergencias, la migración, la inestabilidad económica y política, la debilidad de las políticas de protección social y de las políticas públicas universales, entre estas últimas las deficiencias de la educación pública.
En el mundo, más de un tercio de los niños, niñas y adolescentes en situación de trabajo infantil no están en la escuela. Lo más grave es que esta situación afecta a casi el 28% de niños y niñas de 5 a 11 años y el 35% con edades entre 12 y 14 años se encuentran en situación de trabajo infantil (3). En muchos casos, estos niños, niñas y adolescentes trabajan porque no pueden acceder a una escuela que les reciba en forma gratuita y les ofrezca una educación de calidad y provechosa. En otros casos, la falta de pertinencia lleva a las familias a restar importancia a la educación, porque no perciben los beneficios que podría traerles a sus hijos e hijas en el mercado laboral.
No podemos olvidar que durante la pandemia millones de niños, niñas y adolescentes se quedaron fuera de la escuela en nuestra región, y que buena parte de ellos y ellas entraron a trabajar, en el caso de las niñas y adolescentes mujeres además tuvieron que hacerse cargo de las tareas de cuidado en sus hogares en forma intensiva.
No cabe duda de la importancia que reviste el acceso a la educación de la niñez y adolescencia en situación de exclusión educativa. Pero no basta. Hay que considerar que, quienes estando en la escuela trabajan, tienen serias dificultades para obtener los beneficios de la educación en iguales condiciones que sus pares que no trabajan.
Según datos de la OIT, a nivel mundial, el 70 % de los niños, niñas y adolescentes que trabajan también asisten a la escuela, frente al 94 % que no trabajan. La dedicación al trabajo representa para los niños, niñas y adolescentes un tiempo que no tienen, sumado a un desgaste físico y emocional que les imposibilita mantenerse en el sistema educativo o les dificulta tener éxito en su proceso escolar.
En nuestra región un porcentaje aún mayor de niños, niñas y adolescentes trabaja y asiste a la escuela, se evidencia que son quienes tienen un menor rendimiento escolar y están en permanente riesgo de quedar en rezago por la pérdida del año escolar. En Brasil, México y Perú, por ejemplo, el promedio de los resultados de las evaluaciones en lengua y matemáticas de las y los estudiantes que trabajan, alcanzan logros menores en un 28% comparativamente frente a quienes no trabajan. Esto les pone en riesgo de dejar la escuela, de no terminar la educación básica, siendo más probable que en el futuro tengan que abocarse a trabajos familiares no remunerados o a trabajos mal remunerados.
Así, mientras el trabajo infantil es una de las principales causas de la exclusión educativa de niños, niñas y adolescentes, a la vez, las carencias de los sistemas educativos elitistas, discriminadores y poco pertinentes son un factor generador de trabajo infantil. Es decir, trabajo infantil y exclusión educativa son dos caras de la misma moneda.
No se trata de que niños, niñas y adolescentes accedan a cualquier educación, no basta que la educación les prepare para el trabajo.
Sinergias entre lucha por el derecho humano a la educación y lucha contra el trabajo infantil
De allí que, la relación entre la lucha por el derecho humano a la educación y la lucha contra el trabajo infantil sea tan estrecha. Una de las principales formas de hacer frente al trabajo infantil, si no la principal, es lograr una educación pública universal, gratuita y obligatoria, que permita a todos los niños, las niñas y adolescentes acceder al derecho a la educación, sin discriminación.
David Le Blanc (4) y otros autores proponen un enfoque holístico de intervención basado en las sinergias y en el aprovechamiento de las vinculaciones e interdependencias que caracterizan la agenda 2030.
De hecho, la meta 4.1 del Objetivo de Desarrollo Sostenible 4, que apunta garantizar una educación de calidad inclusiva y equitativa, así como promover las oportunidades de aprendizaje permanente para todos y todas, se encuentra muy relacionada con la meta 8.7, orientada a poner fin al trabajo infantil en todas sus formas.
La meta 4.1 indica con claridad que no se trata solo de un problema de asistencia y permanencia escolar, sino de calidad y resultados educativos. No se trata de que niños, niñas y adolescentes accedan a cualquier educación, no basta que la educación les prepare para el trabajo. Se trata de que el sistema público brinde una educación crítica, formadora en ciudadanía, orientada al ejercicio de los derechos humanos, que cuestione y enfrente las barreras de todo tipo que lo impiden, como la discriminación, las desigualdades sociales y de género, es decir, una educación transformadora.
Hay mucho que hacer para eliminar el trabajo infantil, pero los dos pilares fundamentales están relacionados con el ejercicio del derecho a la educación y con el combate a la pobreza. Para ello se requiere:
- Mayor y mejor financiamiento para la educación y para programas de protección de niños, niñas y adolescentes que están en situación de trabajo infantil en los presupuestos públicos.
- Extender los servicios y programas de protección social para las familias en mayor vulnerabilidad.
- Estrategias específicas destinadas al acceso o retorno a la escuela de los miles y miles de niños, niñas y adolescentes que se quedan cada año fuera del sistema educativo. Programas de nivelación y reforzamiento escolar, para garantizar su continuidad educativa y evitar su alejamiento definitivo. Desde un enfoque de derechos, ningún niño, niña y adolescente debería tener que trabajar para garantizar su subsistencia, o tener que dejar de vivir su infancia, perdiendo su oportunidad de potenciar sus capacidades.
- Mejorar la calidad de la educación haciéndola más pertinente, que responda a las necesidades de la niñez y adolescencia, por ejemplo, en el área rural, de modo que no solo sea accesible, sino que verdaderamente prepare para la vida. Es fundamental que la voz de los niños, niñas y adolescentes sea escuchada.
Marcha Global contra el Trabajo Infantil
La Marcha Global contra el Trabajo Infantil es un movimiento mundial integrado por organizaciones no gubernamentales de desarrollo y gremios sindicales, fundado en 1998, por diversos grupos y personalidades, entre ellos Kailash Satyarthi, Premio Nóbel de la Paz 2014. Contribuyó a la formación de la Campaña Mundial por la Educación, de la cual CLADE es parte, y en Sudamérica participa en diversas coaliciones nacionales por el derecho a la educación. Está presente en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú. La Marcha Global lucha por la realización de todos los derechos humanos para todos los niños, niñas y adolescentes, en especial el derecho a una educación inclusiva, equitativa y de calidad, y busca contribuir a la eliminación de todas las formas de trabajo infantil, el trabajo forzoso, la esclavitud moderna y la trata de niños, niñas y adolescentes.
Referencias
[1] FUNDAMENTALS. América Latina y el Caribe: hacia la primera generación libre de trabajo infantil. Una lectura integrada e interdependiente de la Agenda 2030 a la luz de la meta 8.7 / Oficina Internacional del Trabajo, Servicio de Principios y derechos fundamentales en el trabajo (FUNDAMENTALS); Oficina de OIT para Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. – Lima: OIT, 2016.
[2] Oficina Internacional del Trabajo y Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia. Trabajo infantil. Estimaciones mundiales 2020, tendencias y el camino a seguir, OIT y UNICEF, Geneva and Nueva York, 2021.
[3] Ídem.
[4] Le Blanc, David. ¿Hacia la integración por fin? Los objetivos de desarrollo sostenible como una red de metas. ONU. Departamento de asuntos económicos y sociales. UN/DESA Working Paper No. 141