Los espacios físicos alojan a las personas y son el lugar donde se despliegan los vínculos educativos

Por: Marcela Browne, Fundación SES, Campaña Argentina por el Derecho a la Educación (CADE)

Revisión: María Cianci Bastidas

La CLADE participó en el VI Encuentro Latinoamericano y del Caribe de Mujeres Rurales, realizado en Córdoba, Argentina, donde más de 250 mujeres de diez países compartieron experiencias sobre soberanía alimentaria, acceso a la tierra, participación política y derechos humanos.

La CLADE estuvo presente en el VI Encuentro Latinoamericano y del Caribe de Mujeres Rurales que se realizó entre el 23 y 27 de septiembre en la provincia de Córdoba, Argentina convocado por la Red de Mujeres Rurales de América Latina y El Caribe.

Un total de 250 mujeres rurales de Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Panamá y Uruguay compartieron saberes y experiencias que les permiten resolver los desafíos cotidianos y las deudas que los Estados aún tienen en el reconocimiento del colectivo de mujeres rurales como garantes de la producción, soberanía alimentaria y la movilización de la economía social y solidaria en sus territorios.

Entre los temas abordados se encuentra la importancia de garantizar la propiedad de la tierra que habitan desde tiempos inmemorables, la igualdad de oportunidades en el acceso al conjunto de derechos humanos, la participación política de las ciudadanas rurales, la comunicación y tecnologías de información y comunicación (TICs), la igualdad de oportunidades para que el trabajo que realizan sea en el marco del buen vivir y el comercio justo.

Marcela Browne, de la Fundación SES, Campaña Argentina por el Derecho a la Educación (CADE), representó a la CLADE en el panel que abordó el eje “Agua: nacimiento, vida y muerte del agua”. El agua es un elemento clave en todo el ciclo de la vida humana, así como también lo es para la naturaleza. Las dificultades de acceso al agua como derecho fundamental hacen que mayoritariamente sean las mujeres y las niñas quienes recorran trayectos largos en busca del agua, lo que les impide dedicar ese tiempo a la educación, el trabajo o el ocio, además del riesgo que corren de sufrir daños corporales y enfrentarse a otros peligros en el camino (Organización Mundial de la Salud, 2023).

Crisis climática y el agua como elemento de disputa

La crisis climática sin antecedentes muestra que la convivencia armónica entre naturaleza y seres humanos se ha roto y que, en el contexto geopolítico del siglo XXI, el agua es un elemento en disputa. Los “desvíos del agua” producto de la ambición de algunos grupos humanos genera múltiples impactos negativos, entre ellos la movilidad humana.

Un fenómeno que se encuentra en su punto más alto de los últimos 10 años y son las mujeres quienes cada vez migran más de forma independiente por motivos de trabajo, educación o como cabezas de familia (Portal de datos sobre migración, 2024). Además, la población en situación de movilidad se ha vuelto cada vez más joven en la región, aumentando en un casi 20% entre 2015 y 2020 (DESA, 2020), llegando a cerca de 6.3 millones de niños, niñas y adolescentes menores de 18 años quienes se encuentran en situación de movilidad humana (BID, 2022). Aquí se cuenta con el caso preocupante de infancias y adolescencias no acompañadas, separadas o que viajan en compañía de otras personas menores de edad, las niñas y adolescentes embarazadas. Este tipo de situaciones complejizan el desafío de garantizar el derecho a la educación.

Género y derecho humano a la educación

En este contexto, la educación resulta relevante desde el nacimiento y a lo largo de la vida, como motor de empoderamiento femenino, de fortalecimiento de la capacidad organizativa y de la adquisición de herramientas técnicas que hacen a sus tareas cotidianas.

Es evidente la prevalencia de la violencia extrema contra las mujeres, junto a las múltiples formas de discriminación estructural y los estereotipos de género que han afectado de forma histórica a este grupo. Además, se manifiestan numerosas desigualdades en el empleo, la educación, la salud, la participación política, entre otros aspectos (CIPDH UNESCO)[1].

Integrar la perspectiva de género en la educación no solo implica garantizar un acceso igualitario, sino que requiere el compromiso de erradicar prejuicios, manifestaciones y prácticas sexistas en los distintos procesos y niveles educativos. En este sentido, es imprescindible incorporar el enfoque de género como herramienta indispensable en los ámbitos educativos para visualizar las desigualdades, erradicar estereotipos y deconstruir la división sexual-genérica de roles. Se trata de potenciar un modelo que garantice el derecho a una educación sin discriminación para niñas, adolescentes jóvenes y mujeres adultas y que tenga en cuenta las particularidades de las comunidades rurales.

En este sentido, se pueden establecer relaciones significativas entre la presencia del elemento agua, los espacios físicos, el equipamiento y la inclusión de todas las personas sin discriminación por motivos de género, orientación e identidad sexual. La matrícula de las niñas y adolescentes en situación de vulnerabilidad social, poblaciones rurales, grupos migrantes y personas con discapacidad, se ve afectada por establecimientos educativos con deficiencias de agua, saneamiento, así como también por las distancias y las dificultades de transporte público.

Gestión menstrual digna y los espacios educativos

Diversos estudios alertan respecto a que la matrícula puede aumentar hasta 15%[2] cuando las comunidades cuentan con agua potable y baños y hasta 7% en la escolaridad primaria[3], cuando los caminos vecinales reciben mantenimiento y, por lo tanto, los tiempos de viaje se reducen. Considerar esta situación previene la profundización de la desvinculación educativa asociada a la interseccionalidad de las desventajas y vulneraciones de las niñas, adolescentes, jóvenes y mujeres rurales.

La gestión menstrual es un proceso que trasciende la experiencia personal, en tanto y en cuanto se ve afectada por condiciones de infraestructura, ingresos o normas culturales. De allí que resulta adecuado avanzar en su consideración de asunto público.

Poniendo el foco en las cuestiones edilicias, a nivel mundial, alrededor de 335 millones de niñas asisten a escuelas primarias y secundarias que carecen de instalaciones básicas para la higiene menstrual[4]. A esto se suman las barreras económicas de acceso de productos de gestión menstrual, que tienen implicancias en la educación y en la salud, engrosando de esta manera la lista de causas de ausentismo escolar de las mujeres y los motivos por los cuales dejan de hacer actividades deportivas o de esparcimiento.

Para finalizar se hace hincapié en que el agua es vida y es un derecho fundamental que impacta en la garantía de una educación de calidad. A tal fin, los establecimientos educativos deben contar con espacios físicos y políticas de saneamiento que alojen a todas las personas y eviten aumentar las brechas hoy existentes.

[1] Patricia Tappatá Valdez, directora del Centro Internacional para la Promoción de los Derechos Humanos (CIPDH UNESCO). https://www.cipdh.gob.ar/novedades/derechos-humanos-de-las-mujeres-e-igualdad-de-genero/

[2] 2017. El secreto de las súper mujeres: la higiene femenina. BID

[3] McSweeney y Remy, 2008. Construyendo caminos a la democracia: la contribución del programa de caminos rurales del Perú a la participación y el compromiso cívico en el Perú rural. Banco Mundial

[4] Informe de seguimiento de la educación en el mundo 2020. Una nueva generación: 25 años de esfuerzos en favor de la igualdad de género en la educación. P. 55, recuperado de Guidance on Menstrual Health and Hygiene. New York, UNICEF, 2019.

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