“La escuela es un espacio fundamental para implementar la política pública”
14 de marzo de 2017
Diálogo con Alma Colín, coordinadora de Políticas y Prepuestos para la Igualdad y el Desarrollo Sustentable de la organización mexicana Equidad de Género, Ciudadanía, Trabajo y Familia, que integra el Grupo Mayor de Mujeres, instancia de consulta de la Organización de Naciones Unidas (ONU)
Por María Cianci Bastidas (ALER)
Para Alma Colín es un reto cumplir la agenda de igualdad de género asumida como un eje transversal para todas las políticas públicas, entre ellas la educativa. “Si bien es cierto que se han destinado diálogos al respecto para la agenda educativa aún no se ha logrado permearla en su totalidad por el tema y en ese sentido el género se ve como apéndice o secundario. Toca abordarlo en determinadas situaciones, pero no como algo transversal y permanente”.
Según Colín, tenemos una gran oportunidad ante los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) específicamente el objetivo 5 que considera la igualdad de género. Es importante para ella que lo tengamos desde un análisis político más amplio, en el que el tema educativo sea transversal e inspire las políticas públicas. “Esto debe tener lugar desde los primeros años de vida de las mujeres, para que en la vida adulta no existan las barreras que obstaculizan el pleno ejercicio de sus derechos”.
La Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, conocida popularmente como CEDAW (1979), es un instrumento internacional que implica a todos los países firmantes en el compromiso frente a Naciones Unidas, de combater y prevenir la discriminación y violencia de género. Colín explica que este marco normativo contempla las discriminaciones hacia la mujer a lo largo del ciclo de vida, desde el nacimiento hasta la muerte, incluyendo todas las formas de diversidad humana, todos los sectores y las poblaciones de mujeres. “Es un instrumento base que nos permite identificar los distintos tipos de discriminaciones”.
También se cuenta con la Convención interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer, mejor conocida como la Convención de Belem do Pará. Este instrumento especifica la violencia en contra de las mujeres y sirve para identificar las conductas y las facultades necesarias para incidir en las políticas públicas, así como los mecanismos para prevenir, atender o erradicar cualquier tipo de violencia. “Esta convención se aplica desde los primeros años de vida, porque falsamente se cree a veces que los primeros años de la infancia no se incluyen, sin embargo, cuando hablamos de las mujeres nos referimos desde el momento de su nacimiento hasta el momento de su muerte”.
Con dichas Convenciones, cada país está comprometido a generar o fortalecer leyes para erradicar la violencia y la discriminación de género, y estos instrumentos deben marcar pautas para la política pública. A juicio de Colín, se cuenta con dificultades para instrumentar tales Convenciones y desarrollar ordenamientos específicos que marquen acciones y actores desde los Estados, como garantes de derechos. “Cada país debe establecer reglamentos para cada ley y del mismo modo debe implementar las políticas específicas, en coherencia con los marcos internacionales suscritos”.
“La violencia y la discriminación de género no escapan a una situación estructural, endogámica en todos los países del mundo. Sostenemos que la desigualdad de género empieza desde la infancia, inclusive en el espacio escolar. Estos elementos se desarrollan en espacios culturales influenciados por patrones culturales y por ende abracan todos los tipos de violencia”, añade Colín.
En los espacios escolares se gestan currículos ocultos, en el que se manifiestan actitudes de cuerpos docentes o autoridades, que reproducen estereotipos de género, profundizando las brechas de desigualdad entre hombres y mujeres. Por ejemplo, con frecuencia a las niñas se les estimula a la currícula con énfasis en salud, educación, actividades con el cuidado de otras personas, y a los niños varones con ámbitos científicos, matemáticas, las “ciencias duras”. “No es que a veces los/as maestros/as no lo tengan claro o consciente, pero si no lo tienen analizado con perspectiva de género, la tradición cultural les lleva a fomentar actividades diferenciadas que se traducen en discriminación. Por ello hay un gran reto hacia la integralidad a través de la agenda ODS con una mirada más amplia, no limitando la igualdad de género para unos temas y no otros. La escuela es un espacio fundamental para implementar la política pública”, afirma Colín.
En algunos países donde se incorpora una materia académica sobre relaciones de género, similar a como se estudian otras materias como matemática o español, por ejemplo, esto se hace con la intención de estudiar las desigualdades históricas estructurales y que nos acompañan por siglos en el desarrollo de la humanidad. Ejemplos como estos se pueden considerar para darle a este debate un espacio más amplio en las escuelas y trabajar la temática desde la infancia.
“Actualmente están en discusión las discriminaciones hacia las prácticas, identidades, orientaciones y expresiones sexuales diversas. En América Latina y el Caribe, se presenta el reto a diferencia de otros países europeos, donde hay reconocimiento, por ejemplo, de intersexos. Recientemente con Trump se discute nuevamente en Estados Unidos la protección para la infancia transgénero, considerando aspectos como el espacio que ocuparían los baños en la institución escolar, entre otros”.
Según Colín, falta mucho para que instrumentos como la CEDAW puedan aplicarse en la realidad, en cómo se enseña en las aulas. “En los países existe una deuda pendiente para generar políticas públicas con inclusión hacia las diversidades, también aquellas que se van presentando, construyendo y reconstruyendo en cada momento de la historia”.
De otra parte, la idea de “ideología de género” se está difundiendo con iniciativas de los grupos de derecha que impulsan el no reconocimiento a la diversidad, en base a criterios homofóbicos y transfóbicos que no aceptan la diversidad humana. En este contexto, Colín afirma que quedan al menos dos frentes de atención: uno para contrarrestar esos discursos de odio y otro de ampliar la discusión, alcanzar consensos dentro de las sociedades, con políticas que sean realistas en términos operativos, tanto en relaciones de pares como en el desarrollo de infraestructura urbana y escolar.
Dos referencias de interés son comentadas por Colín: la Red por los Derechos de la Infancia, que agrupa a más de 60 grupos con la infancia en México, que incluye trabajo con docentes; y el Programa Universitario de Estudios de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) que ha trabajado en preescolar, primaria y secundaria, con textos de capacitación a docentes, integrando conceptos básicos sobre orientación sexual, identidad de género y relaciones de poder al interior de las escuelas para evitarlos en el currículo oculto. “Medidas como estas han servido de preparación para que los y las maestros/as puedan abordar el tema frente a la infancia. Por ejemplo, se sugiere que, al ver alguna situación conflictiva o burla por diversidad sexual, se detenga el conflicto, se dialogue con el grupo, o individualmente con quien ofrece y recibe las agresiones”.
Para la despedida, Alma Colín anima a que “pugnemos en todos los países para que los estudios de género entren en el currículo escolar desde la educación básica”.
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