El reloj marcaba la 1:00 a.m. cuando arrancamos el viaje. Afuera, la madrugada guatemalteca aún dormía, pero nosotras ya estábamos en marcha. En el carro, entre cabeceos y ventanas empañadas por el frío de la madrugada, viajábamos desde Ciudad de Guatemala hacia Santa Cruz Verapaz, con el corazón lleno de preguntas y el propósito claro: escuchar, aprender y caminar junto a las comunidades educativas rurales que, día a día, sostienen la educación de la primera infancia con dignidad, creatividad y compromiso.

En este viaje me acompañaron Víctor, Liss, Braulia, Britzeidy y Rosario, del Colectivo de Educación para Todas y Todos de Guatemala, quienes aportaron una mirada cercana y profunda del territorio, enriquecida por sus vínculos comunitarios y su experiencia. Rosario y Britzeidy, además, hablan el idioma Poqomchí —una de las lenguas mayas originarias de la región de Santa Cruz Verapaz y comunidades aledañas del departamento de Alta Verapaz—. Este idioma es hablado por el pueblo Poqomchí, uno de los pueblos indígenas reconocidos oficialmente en Guatemala, cuya presencia cultural y lingüística se mantiene viva a través de las generaciones, a pesar de los procesos históricos de exclusión.
Después de varias horas de curvas, neblina, lluvia y hasta granizo, llegamos a un refugio cálido: un desayuno acompañado por tortillas de maíz recién hechas que nos devolvieron la energía. No había tiempo que perder. Ese mismo lunes, más de 200 docentes de preprimaria se reunieron en el salón municipal para dialogar sobre las Rutas de Aprendizaje del Currículo Nacional. Aprovechamos el momento para presentar el proyecto “Pedagogía inclusiva con enfoque de género para la educación infantil comunitaria”, que implementaremos en tres escuelas rurales Poqomchí de Santa Cruz Verapaz. Los rostros atentos y las preguntas nos confirmaron lo que ya sabíamos: las comunidades están listas —y también impacientes— por transformar la educación desde sus raíces.
Luego de la asamblea, el día siguió con reuniones clave. Nos encontramos con el equipo de la Dirección Departamental de Educación: Oscar Waldemar Milián (Coordinador de la Sección de Educación Escolar), Edgar Arturo Meléndez Chinchilla (Coordinador del Nivel Inicial y Preprimario de la DIDEDUC de Alta Verapaz), Alfonso Sí Xol (Asesor Pedagógico), Rudy Adolfo Tot (Asesor Pedagógico) y Ileana Verónica Macz Calach (Asesora Pedagógica). Todas ellas personas comprometidas con la educación preprimaria, la educación básica, la interculturalidad y la protección de la niñez. Compartimos diagnósticos, escuchamos necesidades y, sobre todo, construimos lazos y sinergias. Más tarde, nos recibió el alcalde municipal, quien conoce muy bien las aulas rurales, pues antes fue director de una de las escuelas seleccionadas. Con él logramos acuerdos importantes: apoyo político, acompañamiento desde el gobierno local y la incorporación de las autoridades a las Coordinaciones Gestoras, el espacio comunitario en el cual todas las voces deciden.

El martes 18 y miércoles 19 de marzo visitamos las tres escuelas seleccionadas. Cada escuela tiene su ritmo, su historia, su lucha. Llegamos con la mochila llena de preguntas y salimos con el corazón más lleno aún: de respuestas, de ilusiones, de nuevas preguntas y del compromiso renovado de trabajar por una educación construida desde y con las comunidades. Conversamos con 66 personas: 50 madres y cuidadoras, 3 docentes, 3 directivos y 10 niñas y niños. También observamos los espacios educativos, los materiales disponibles, el mobiliario, las condiciones de infraestructura. Lo hicimos desde una mirada que pone en el centro la inclusión, la diversidad y el enfoque de género. Los resultados serán mostrados posteriormente en un informe regional que esperamos compartir con ustedes en los siguientes meses.
En esos días quedó clara una cosa: estas escuelas, aunque enfrentan grandes retos, no caminan solas. Están sostenidas por comunidades comprometidas, por docentes que hacen magia con pocos recursos y por madres que no solo cuidan, sino que también enseñan, organizan y transforman.
Y aunque las voces de niñas y niños estaban presentes a través de los relatos adultos, su protagonismo llegó con fuerza el miércoles 2 de abril. Esa mañana volvimos a una de las escuelas para realizar una actividad participativa con el grupo de preprimaria: cada niño y niña dibujó cómo imagina su escuela ideal. Las hojas se llenaron de casas de colores, árboles frondosos, techos con soles y hasta una escuela con sonrisa. Entre crayones, miradas tímidas y risas contagiosas, nos hablaron sin decir una palabra de lo que sueñan, de lo que esperan, de lo que merecen.

La Investigación Acción Participativa (IAP) no es solo una metodología, es una actitud. No llegamos con respuestas, llegamos con preguntas. Y construimos las respuestas juntas. Por eso, ahora nuestro siguiente paso es procesar toda esta información para construir un diagnóstico participativo que será presentado en un próximo encuentro comunitario, en el cual las familias, docentes y autoridades, no solo validarán los hallazgos, sino que imaginarán y decidirán el plan de acción para transformar sus escuelas.
El proyecto se construye desde la base, colectivamente. Es una apuesta comunitaria que reconoce que ya se viene haciendo mucho, y que lo que toca ahora es fortalecer, acompañar y, sobre todo, escuchar.
Porque en lo profundo de Santa Cruz Verapaz, entre montañas y caminos de tierra, hay niñas y niños que ya están soñando con escuelas que abracen sus juegos, sus lenguas, sus cuerpos y sus futuros. Y ese sueño, hoy más que nunca, merece ser realidad.