El análisis de contexto resulta útil como mapa para las orientaciones de las acciones y movilizaciones sociales, en tal sentido Javier Tolcachier, de la Agencia de Paz y No Violencia Pressenza compartió en el marco de la Asamblea de CLADE una lectura sobre la geopolítica mundial con los diversos escenarios que influyen en las organizaciones que defienden los derechos humanos.
A continuación, su intervención:
El momento actual de la región y el mundo puede ser visto desde múltiples perspectivas. Abordaremos el tema desde tres puntos de vista: el estrictamente geopolítico, el geocultural y el psicosocial.
Es de amplio conocimiento la puja actual desatada entre los Estados Unidos de América y China, cuyo rasante desarrollo socioeconómico la ha convertido en un factor global determinante en las últimas décadas.
A su vez, la aparición del BRIC (asociación, foro político y económico), inicialmente conformado por China, Rusia, Brasil e India, opera como creciente contrapeso al Grupo de los 7 (G7), sumando en 2010 a Sudáfrica y catorce años después a Egipto, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía y Arabia Saudita, que aún no confirmó formalmente su membresía.
Este nuevo polo, al que han manifestado su intención de adhesión ya más de 30 naciones, concentra un poder energético y mineralífero determinante para la economía mundial y está dando firmes pasos para desbancar al sistema anclado en el dólar como principal moneda de intercambio comercial internacional.
Se suman a ello las posibilidades de cooperación tecnológica y científica que brinda esta asociación, lo que nivelaría sensiblemente las opciones del Este y del Sur Global, estableciendo así un mayor equilibrio.
Este escenario disminuye sensiblemente el peso hegemónico de los Estados Unidos y de las naciones nucleadas en la Unión Europea, sentando las bases para la discusión de una nueva arquitectura de las relaciones internacionales, incluyendo la largamente reclamada reforma de Naciones Unidas y de su Consejo de Seguridad. Esto permitiría una mayor autonomía en las decisiones a muchos pueblos hoy acosados por dictámenes emanados de la estrategia geopolítica euroatlántica, todavía inmersa en lógicas coloniales.
El poder bélico en el contrapeso mundial
La OTAN, alianza militar liderada por Estados Unidos, ha sumado nuevos miembros, expandiéndose hacia el Este y Norte europeos mientras que agrega socios sin membresía formal en distintos continentes y forja nuevos bloques militares como el AUKUS (formado por Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia).
Por su parte, Rusia y China fortalecen su alianza estratégica en la Organización de Cooperación de Shanghái, con actualmente diez miembros. Aun cuando esta última no constituye formalmente una alianza militar, su enfoque en la seguridad regional, señalando como principales amenazas el terrorismo, el separatismo y el extremismo y los diversos ejercicios militares bilaterales realizados, junto a su compromiso de estrecha cooperación, la colocan en neta contraposición al poder bélico occidental.
Rusia, junto a Estados Unidos, principal poseedora de armas nucleares, ha avanzado en su posicionamiento militar, manteniendo en la actualidad una decena de bases en territorio extranjero (la mayoría en el cinturón de las antiguas repúblicas soviéticas), en Siria y ampliando su presencia en África.
China ejerce un papel menos agresivo y más conciliador en la política internacional bajo el lema de una “comunidad de destino compartido para la humanidad”, pero ha duplicado su gasto militar en los últimos 10 años a cerca de 300 mil millones de dólares, mientras que Estados Unidos, por lejos el mayor dilapidador de recursos en armas del mundo, gasta tres veces más.
La humanidad hoy es rehén de una posible guerra mundial, de consecuencias catastróficas.
Democracia, consumo y colonialismo
El escenario crecientemente multipolar ejerce una presión clara sobre los posicionamientos políticos en América Latina y el Caribe, intentando evitar los Estados Unidos, el desalineamiento de nuestros países de sus intereses geopolíticos, económicos y militares.
Un segundo trazo nos muestra la rebelión contra la dictadura cultural forjada en los últimos siglos por el colonialismo y la apertura a la diversidad y la autodeterminación cultural.
La actual recomposición del panorama geopolítico apunta justamente a denunciar la pretensión de unipolaridad y la soberbia del supremacismo civilizatorio anidado en el imperialismo cultural sufrido. De esta manera, los remanentes del colonialismo son rechazados cada vez con mayor fuerza en el ámbito político.
Por otra parte, la primacía de ciertos valores y formas de organización social occidentales están siendo fuertemente puestos en discusión en distintos puntos del planeta. La democracia liberal, un producto cultural europeo, implantado aquí por las élites criollas frente al absolutismo monárquico, hoy evidencia una flagrante decadencia.
Asimismo, la creencia en la importancia del individuo por sobre el conjunto social, ha conducido a la competencia, a la falta de empatía y cohesión social, aspectos hoy fuertemente cuestionados desde valoraciones comunitarias arraigadas en la memoria de las distintas culturas.
Otra muestra de esta rebelión geo-cultural es el resurgimiento de formas religiosas que el racionalismo de la Ilustración europea pretendía haber eliminado para siempre. Sobre todo, en los sectores desfavorecidos, estos cultos han vuelto a resurgir con mayor o menor fanatismo, expresando una plegaria de salvación que la cultura del capital y el pretendido progreso occidental no ha logrado o querido solucionar.
De trasfondo, las mejoras materiales, sanitarias y tecnológicas que ciertamente la humanidad logró con su esfuerzo colectivo en los últimos 300 años, no se han traducido en un nuevo sentido de vida que vaya más allá del consumo y la posesión de objetos.
Revolución tecnológica y desarticulación social
Finalmente, desde una perspectiva psicosocial, que no limita la comprensión del fenómeno colectivo simplemente a fuerzas externas, sino que las complementa con aquello que ocurre en el interior de la conciencia humana, podemos constatar que la velocidad de transformaciones de las últimas décadas, motorizada fundamentalmente por la revolución tecnológica, ha modificado enormemente el paisaje social.
Las formas de producción, de relación, de asociación, la misma composición de las sociedades, los objetivos de vida, los valores aceptados y los reprimidos han cambiado fuertemente, situando a grandes conjuntos humanos en la desorientación y la incertidumbre respecto al presente y al futuro.
Eso explica, junto a otros factores como la exclusión y la falta de respuestas creíbles por parte de las dirigencias, el auge de las tendencias retardatarias y retrógradas en el campo valórico y político. Ante esta situación de inestabilidad, una gran parte de la población se refugia en formas antiguas, intentando con ello hacer pié en algún mojón existencial seguro.
Al mismo tiempo, en medio de la dolorosa soledad que produce la desarticulación social, este impulso de hacer regresar el pasado es un desgarrador intento de recobrar identidades comunes en desaparición o ya perdidas.
Encrucijada de la humanidad
De persistir las tendencias actuales a la concentración de las decisiones en pocas manos, en un sistema que pretende sepultar nuevas y necesarias utopías, sobrevendrán tumultos catárticos y crecerá la violencia en los distintos órdenes. Esta violencia se hará visible en la represión de toda forma de protesta o disidencia, pero también estará permanentemente presente en la vida cotidiana y de relación.
Nos parece que la nueva etapa de la humanidad deberá aprovechar los aspectos más positivos del proceso anterior, reparar los errores cometidos y proceder a una nueva estructuración de la existencia social, cuyas características deberán estar signadas por la desconcentración del poder en todos los ámbitos, la nivelación de oportunidades de desarrollo y la recomposición del tejido social a través de una ética humanista, donde las personas recobren la posición de valor y preocupación central.
El aprecio por la riqueza cultural y espiritual de la Humanidad en sus múltiples matices junto a la convergencia colaborativa pero no uniformante de la diversidad, abrirán el paso a una Nación Humana Universal, un mundo donde quepan todas y todos.
Cuáles son los posibles caminos para avanzar hacia esta necesaria utopía es un tema que excede esta presentación.