Camilla Croso: “Celebrar los compromisos y prepararse para cumplirlos”

21 de octubre de 2015

La presidenta de la CME y coordinadora general de la CLADE, Camilla Croso, reflexiona respecto a la Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible y los siguientes pasos para las/os defensoras/es de la educación

Por Camilla Croso, presidenta de la Campaña Mundial por la Educación (CME) y coordinadora general de la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación (CLADE)

La Cumbre de la ONU sobre el desarrollo sostenible representa un momento histórico en el cual 193 Estados miembros han adoptado la agenda de desarrollo sostenible hasta el 2030, el 25 de septiembre de 2015. La agenda reúne perspectivas para la sostenibilidad social, económica y ambiental; para acabar con la pobreza y el hambre en todas partes; para combatir las desigualdades dentro y entre países; para edificar sociedades pacíficas justas e inclusivas; para proteger los derechos humanos y promover la igualdad de género y el fortalecimiento de mujeres y niñas y para garantizar la protección duradera del planeta y sus recursos naturales.

Tras haber recorrido un extenso e intenso proceso de consultas y negociaciones, dirigido por los Estados miembros pero con la implicación de un amplio espectro de partes interesadas, la agenda adoptada es un logro del multilateralismo y del diálogo entre actores y sectores, en el cual la sociedad civil ha participado activamente y ha desempeñado un papel fundamental. Esta agenda reúne un grupo de 17 objetivos y 169 metas, ambiciosos en su concepción y profundidad. Su contenido y proceso de negociación dejan claro que los derechos humanos son interdependientes e indivisibles y que el diálogo y la acción entre sectores que han marcado la adopción de la agenda, debe continuar a todos los niveles en el futuro.

La participación sin precedentes de la sociedad civil y otras partes interesadas a lo largo del proceso se ha visto reflejada en la propia Cumbre. Es nuestra esperanza y expectativa colectiva que esta cultura política se mantenga y mejore, garantizando la participación representativa ampliada y diversa en arras de los mecanismos de monitoreo y rendición de cuentas que se establecerán para, la implementación de la agenda a nivel internacional, regional y nacional.

La comunidad educativa tiene mucho que celebrar. Cuando comenzaron las conversaciones sobre la agenda post-2015 hace tres años, estaba lejos de garantizarse que la educación fuera un objetivo en si mismo e incluso cuando empezamos a creer que podría serlo, nunca pudimos darlo por sentado. Además, las aportaciones iniciales a la narrativa de la educación dentro de la agenda eran muy restrictivas y se centraban en un grupo de lo máximo cuatro metas alrededor de ‘leer-escribir-contar’. Como demuestra la historia, nos hemos alejado de ello. Aunque siempre hay espacio para la mejora, el Objetivo 4, con su grupo de siete metas y tres medios de implementación, refleja una perspectiva amplia de la educación anclada en una visión de los derechos humanos.

Además, el 4 de noviembre de 2015 la comunidad educativa va a adoptar el Marco de Acción para la Educación 2030 que desarrolla los principios en los que se basa el Objetivo 4, amplía su narrativa y la de sus metas y establece posibles estrategias para ayudar a garantizar su implementación. También añade una sección sobre la financiación de la educación, un aspecto fundamental que se ha desatendido en la agenda de desarrollo sostenible 2030.

Durante la Cumbre, los Estados miembros en varias ocasiones hicieron referencia al derecho a la educación, lo cual muestra que hay un aumento en el reconocimiento de que es, no solo un derecho humano en sí mismo, sino también un derecho que promueve y permite la realización de los demás. La educación está presente en muchas otras metas a lo largo de la agenda, del mismo modo que el Objetivo 4 recoge elementos clave que se desarrollan en otras partes de la misma. Sabemos y siempre debemos tener en cuenta, por ejemplo, que superar la pobreza y las desigualdades, promover la salud y el bienestar, la igualdad de género, la paz y la justicia, el trabajo decente y la sostenibilidad medioambiental, están entrelazados con el respeto, la protección y la realización del derecho a la educación.

Un aspecto importante de la agenda adoptada es que es universal. En otras palabras, y como se señaló en varias ocasiones durante la Cumbre, el mundo debe superar ciertas geopolíticas y relaciones de poder establecidas que dividen el mundo entre norte y sur. El reconocimiento de que esto es una percepción anacrónica que debe superarse, sigue creciendo. Todas las naciones, sin distinción, sufren de discriminaciones estructurales, desigualdades e injusticias que deben abordarse para garantizar una vida de dignidad para sus pueblos.

A lo largo de los últimos tres años, miembros de la CME, en conjunto con organizaciones aliadas de la sociedad civil, ha trabajado sin descanso a nivel nacional, regional y mundial para luchar por esta mirada amplia de la educación. En este punto del proceso, debemos celebrar los logros del movimiento, mientras al mismo tiempo debemos prepararnos para lo que nos espera.

Por supuesto, ahora el mayor desafío es la implementación de los Objetivos, los cuales debe recordarse que reflejan un cuerpo de derechos humanos, tratados y obligaciones legalmente vinculantes a los que los Estados miembros se han suscrito. Aunque la implementación específica tendrá lugar a nivel nacional, deben garantizarse acciones constantes y coherentes a todos los niveles. Debe garantizarse el sentido de propiedad sobre los Objetivos, así como la información y la participación en la toma de decisiones políticas, de la ciudadanía y de los pueblos, en especial de aquellos más marginados. En el mismo sentido, deben establecerse los planes, los recursos financieros y los mecanismos de rendición de cuentas, para garantizar la realización progresiva de los compromisos firmados y para abordar de forma adecuada los obstáculos que puedan aparecer.

Pero, lo que quizá es más importante, debemos abordar de forma consistente las raíces de las causas de las injusticias, las desigualdades, la discriminación y los conflictos, abordando las relaciones de poder históricas y los intereses que contradicen la realización de los derechos humanos. La acumulación y concentración de poder y lucro, por ejemplo, anclan en gran medida el mantenimiento del status quo que muchos trabajan para cambiar.

Como subrayó el Secretario General de la Amnistía Internacional, Salil Shetty, en su intervención durante la ceremonia de apertura, la coherencia y la capacidad para abordar los cambios estructurales serán la clave para la implementación: “uno no puede declarar su apoyo al desarrollo sostenible mientras se muestra reticente a reducir el consumo de los ricos o la transferencia de tecnología. Uno no puede hablar de derechos humanos mientras practica la vigilancia masiva de su población. Uno no puede dar lecciones de paz mientras es el mayor fabricante de armas del mundo. Uno no puede permitir a las corporaciones utilizar lagunas legales financieras y tributarias mientras se declara en contra de la corrupción. No se pueden adoptar los objetivos de desarrollo sostenible al mismo tiempo que se ataca y arresta a manifestantes y disidentes pacíficos”.

Dejamos la Cumbre con la sensación de logro y, al mismo tiempo, conscientes de los grandes retos que tenemos por delante. Necesitaremos del pensamiento, el diálogo y la acción colectiva inter-sectorial para promover los cambios necesarios para una vida mejor, donde prevalezca la ética del cuidado a las y los demás y al planeta.