Desde las raíces: relatos de las escuelas rurales de preprimaria de Honduras

Por: Gabriela Arrunátegui Martínez

Revisión: Carolina Osorio y María Cianci Bastidas

Crónica de una visita en comunidad para soñar y construir educación desde el territorio en el marco del Proyecto: Pedagogía inclusiva con enfoque de género para la educación infantil comunitaria en Guatemala y Honduras.

En Honduras, las jornadas comenzaban con la primera luz del día, cuando el aire todavía era fresco y la ciudad apenas despertaba. A las cinco en punto de la mañana ya estábamos en camino. Salíamos temprano, esquivando el tráfico pesado de Tegucigalpa (capital de Honduras), sabiendo que llegar a tiempo no era solo una cuestión de agenda, sino de respeto hacia las comunidades que nos esperaban.

El recorrido por El Paraíso lo hicimos con Karla, Cristian y Steven, del Foro Dakar Honduras. Cada persona traía consigo una forma distinta de mirar el camino. Cristian rompía los silencios con bromas que aligeraban el trayecto y nos sacaban muchas sonrisas, Karla anotaba con una concentración paciente cada detalle del viaje, y Steven, desde el asiento trasero, observaba en silencio, con esa mezcla de serenidad y firmeza que acompaña a quienes saben escuchar.

El lunes 24 de marzo, la ruta nos llevó hasta Danlí (ciudad ubicada a 92 km de Tegucigalpa),  al Centro de Atención Integral a la Niñez, el CAIN 3. Allí, en una zona que muchos llaman de “alto riesgo” —cerca de una cárcel, próxima a la frontera con Nicaragua, en medio de rutas de tránsito y migración— se sostiene una pequeña escuela, levantada y sostenida con el esfuerzo diario de su comunidad educativa.

Nos recibió Bessy Núñez, directora del CAIN 3, con una presencia que irradiaba calidez y firmeza a partes iguales. La acompañaban las docentes Landira Zoya y Santo Martín, así como dos madres de familia, quienes compartieron con el equipo visitante mucho más que sus palabras: nos ofrecieron sus preocupaciones, sus preguntas y, sobre todo, sus ganas de transformar.

Antes de despedirnos, nos regalaron algo que no venía envuelto en papel ni en cintas, pero que pesaba más que cualquier obsequio: un mensaje. Unas palabras que sonaban como un abrazo, de esos que no se olvidan.

Ese mismo día, organizamos una actividad con las niñas y los niños del CAIN 3. Nos reunimos en el patio, bajo la sombra de los platanales que se alzaban junto a una pared de bloques grises. No había juegos instalados, pero el suelo servía de lienzo, y la brisa suave de la mañana parecía invitar a quedarse. Al principio, los niños y niñas se acercaban de a pocos, con curiosidad. Algunos se sentaban en silencio, otros miraban desde lejos. Luego, como si una energía compartida los envolviera, todos quisieron participar.

Les propusimos dibujar lo que más y lo que menos les gustaba de su escuela. Frente a hojas en blanco y cajas de colores, las historias comenzaron a desplegarse. Aparecieron amistades, maestras queridas, momentos de juego. Pero también emergieron otras escenas: niñas que decían que lo que menos les gustaba era barrer; dibujos que mostraban otras realidades en su entorno, como una botella de alcohol.

La actividad se llenó de voces, risas y silencios atentos. Un niño, con los ojos muy abiertos y una sonrisa tímida, dibujaba concentrado mientras sujetaba sus lápices como si se tratara de un secreto. Lo que se decía en voz baja —o no se decía— encontraba forma en el papel. Y en ese rincón del patio, entre hojas secas, lápices de colores y la sombra de los árboles, la infancia habló con la sinceridad que solo es posible cuando hay confianza.

Actividad de dibujo con niños y niñas del CAIN 3 liderada por Gabriela Arrunátegui (CLADE), Karla Rodríguez y Cristian Amador (Foro Dakar Honduras). Imagen: Cristian Amador.

El martes 25 nos llevó hasta Ojo de Agua, en Yuscarán (a 68 Km de Tegucigalpa). Allí nos esperaba la comunidad del Centro Educativo Pre Básico (CEPB) “Mundo Infantil”, en donde ya estaba reunida la Comisión Mixta, compuesta por la directora, la subdirectora, dos docentes y más de veinte madres y cuidadores/as. Nos sentamos haciendo un círculo, sin formalidades, la conversación fluyó sin rodeos. Hablamos de transiciones difíciles —de la pre-básica al primer grado—, de lo que significa y de las barreras que representa enseñar sin recursos. Pero, sobre todo, reflexionamos sobre lo que se pierde cuando el juego desaparece de la educación inicial, empujado por las exigencias curriculares. El juego no es solo un pasatiempo: es una herramienta esencial para el desarrollo cognitivo, emocional y social de las niñas y los niños. En contextos como este, donde sobran los desafíos y faltan los materiales, el juego representa también una forma de resistencia pedagógica y de cuidado.

Una maestra comentó que hace mucho no reciben talleres ni capacitaciones, y que son ellas quienes, por su cuenta, deben buscar nuevas metodologías apoyándose en materiales disponibles en la web. Las madres, por su parte, fueron claras: la pre-básica marca una diferencia en el desarrollo de sus hijos e hijas. “Se nota quién ha ido y quién no”, dijo una de ellas. Y la maestra lo reafirmó con firmeza: “en los primeros años de  primaria, la diferencia salta a la vista”.

La Comisión Mixta coincidió en un punto central: es urgente fortalecer las campañas comunitarias para motivar a las familias a llevar a sus hijos e hijas a la pre-básica. Porque ahí empieza todo —y porque, como dijeron ellas mismas, nadie quiere que sus niños/as se queden atrás desde el inicio.

Reunión con la Comisión Mixta de Honduras, integrada por autoridades educativas, madres y cuidadores/as. Foto: Steven Alexander Galo

Ese mismo día, el recorrido nos llevó a una reunión con autoridades del Departamento de Educación de El Paraíso, un territorio del sureste hondureño cuya cabecera, Yuscarán, se encuentra a unos 68 km de Tegucigalpa. Nos esperaban Juana Francisca López, coordinadora de Educación Prebásica; Josué Gálvez, subdirector de Servicios Educativos; y Santos Daniel Núñez, enlace de Transparencia. El proyecto fue recibido como una propuesta distinta: con metodologías vivas para las y los docentes y construcción de vínculos para la comunidad. Su apuesta por fortalecer la participación, la formación y el sentido colectivo de la educación lo hacía, para ellos, novedoso y valioso. No solo lo veían necesario, sino también inspirador. Despertaba esperanza. Y abría, quizá, un nuevo modo de caminar juntos.

El miércoles 26 volvimos a Ojo de Agua, esta vez a la Escuela Rural Mixta “La Esperanza”. Las docentes nos recibieron con sus carpetas abiertas y las palabras listas. Nos hablaron de días en los que hay que cantar, bailar, actuar para que los niños y las niñas no se desconecten, y también compartieron las dificultades que enfrentan a diario: estudiantes que llegan con hambre, con sueño, con la carga emocional de un hogar que no siempre puede sostenerlos. Algunos asisten con sus hermanitos y/o hermanitas menores, a quienes deben cuidar incluso durante la jornada escolar. En esas condiciones, enseñar se convierte en un acto de contención y afecto, tanto como de transmisión de conocimientos. Las docentes hacen lo posible para que el aula siga siendo un espacio seguro, donde el juego, la creatividad y la palabra tengan lugar, incluso cuando los recursos no alcanzan.

Karla, Cristian, Steven y yo terminamos las visitas a las escuelas rurales conmovidos y con el corazón lleno. Quedaron grabadas en nosotras las miradas de las y los docentes, su compromiso y convicción por la educación de la primera infancia. Nos llevamos también las voces de las niñas y los niños, sus juegos y sus sonrisas. La experiencia no solo nos dejó preguntas, sino también compromisos: seguir escuchando, seguir acompañando, volver. Porque en estos rincones, donde todo parece más difícil, también florecen algunas de las formas más profundas de resistencia y ternura.

Reunión con Karen Alvarado y Favian Munguia, especialistas de la Dirección de Prebásica de la Secretaría de Educación de Honduras. Foto: Dirección de Prebásica de la Secretaría de Educación de Honduras.

El jueves 27 cerramos la visita en Tegucigalpa con una reunión en la Secretaría de Educación, junto al equipo de la Dirección de Prebásica. Compartimos las experiencias recogidas en los días anteriores, desde las voces de docentes, madres y cuidadoras hasta las escenas cotidianas en las aulas. Fue una conversación pausada, que permitió tender vínculos entre distintos niveles del sistema educativo, y mirar, desde perspectivas complementarias, los desafíos que atraviesan la educación en la primera infancia.

A lo largo de todo el recorrido nos acompañó Aminta Navarro, coordinadora del Foro Dakar Honduras. Con su calidez y mirada atenta, ayudó a tejer puentes entre cada visita. Entre comidas tradicionales deliciosas, tuvimos también momentos para reflexionar con el equipo sobre el compromiso profundo que sostiene este proyecto.

Equipo de trabajo en territorio: Cristian Amador (Foro Dakar Honduras), Gabriela Arrunátegui (CLADE), Karla Rodríguez (Foro Dakar Honduras). Foto: Cristian Amador

Este viaje fue, ante todo, un ejercicio de escucha activa y profunda. Escuchamos a niñas y niños que dibujan lo que imaginan. A docentes que sostienen el aprendizaje con creatividad, compromiso y saber pedagógico. A madres que se acercan con interés, con propuestas, con ganas de participar en la vida escolar. A escuelas que, día a día, se afirman como espacios de cuidado, de encuentro y de comunidad.

Este proyecto llega a dialogar, a sumar esfuerzos, a reconocer lo que ya existe y funciona. Se propone aportar a la construcción de una educación más justa, más cercana y profundamente enraizada en los territorios.

Cada día fue una escuela que nos abrió sus puertas. Con historias, con convicción, con una fuerza colectiva que sostiene y transforma.

Eso también es política. Y es promesa de futuro.

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