Afganistán tiene una larga historia de intentos de ocupación de varias naciones, y en la historia más reciente, se convirtió en víctima de la histórica rivalidad entre Rusia y EEUU. Afganistán vivió la ocupación rusa entre 1979 y 1989 y la de Estados Unidos en los últimos 20 años y en medio, una guerra civil alimentada por los intereses imperialistas y económicos.
La ocupación de EEUU fortaleció el movimiento islamista radical de credo sunita, conocido como talibanes, y que ahora se denominan Emirato Islámico de Afganistán, que han librado una guerrilla, desde 2001, cuando fueron expulsados -luego de estar 5 años en el poder- por la coalición liderada por EEUU.
El regreso de los talibanes ha encendido las alertas de los movimientos feministas del mundo, por los retrocesos que pueden presentarse frente a derechos ganados por las mujeres, lo cual ha generado expresiones de solidaridad con las mujeres, activistas feministas y del movimiento LGBTIQ+ de Afganistán. Los talibanes aplican estrictamente su interpretación de la sharía, ley islámica, basada en la idea de crear ambientes seguros donde la castidad y la dignidad de las mujeres sean sacrosantas, lo que implica ocultar de la gente, la vida de las mujeres, en síntesis, ocultar la presencia de las mujeres, que en sus creencias serían fuente de corrupción.
Bajo el régimen talibán se prohíbe a las mujeres trabajar, salir de su casa si no van acompañadas por un hombre de parentesco cercano (padre, marido, hijo o hermano); hacer tratos comerciales con hombres, recibir atención médica por un hombre; a asistir a la escuela o universidades, mostrar cualquier parte de su cuerpo, por lo que deben vestir con burkas, no pueden usar productos cosméticos, no pueden hablar o dar la mano a hombres que no sean sus parientes cercanos, reír en público, llevar zapatos de tacón, usar pantalones hacer deporte, manejar bicicleta o moto, no pueden aparecer en medios de comunicación ni asistir a reuniones públicas, vestir ropas de colores vistosos, no pueden lavar ropa en ríos o plazas públicas, se les prohíbe también el uso de baños púbicos, nadie puede fotografiar ni filmar a mujeres. Existen otras prohibiciones que afectan los derechos de hombres y mujeres, como ver películas o escuchar música, los hombres no pueden afeitarse o cortarse la barba y lo jóvenes a raparse el pelo.
El llamado a los gobiernos del mundo, comunidad internacional para demandar garantías para el ejercicio de los derechos humanos en Afganistán, y asegurar pases seguros para mujeres profesionales, periodistas, activistas de derechos humanos, particularmente feministas y de diversidades sexuales, se hace un imperativo. Mantener articulada la solidaridad internacional a través de apoyo a organizaciones de sociedad civil que trabajan en la defensa y promoción de los derechos humanos es una tarea indispensable.